Sergio Oksman (Una historia para los Modlin) propone a su padre pasar todo un mes viendo el mundial de fútbol de Brasil. De alguna forma es la manera de acercarse a ese hombre con el que hacía 20 años que no tenía relación, y dejar que el deporte sea el catalizador y la materia que haga fluir el vínculo de estos casi perfectos extraños. Así surge O futebol.
En O futebol, Oskman documenta todo el proceso, y lo estructura a partir de cada partido que se va jugando y que aparecen en pantalla a modo de capítulos y acotación temporal de lo que se supone será la estructura férrea de este viaje. La cámara recoge de forma desapasionada y rigurosa este circular en coche con Sergio y Simão, los silencios y las memorias futboleras del señor padre, su día a día en su mesa de trabajo, su memoria selectiva…
No es el torbellino grandilocuente de emociones entre un padre e hijo que han estado separados dos décadas (ese encuentro y ajuste de cuentas ya tuvo lugar un año antes) lo que se pretende capturar, sino simplemente un lúdico recorrido a través de un álbum de cromos de futbolistas y el reinicio de ese afecto que se le presupone a los protagonistas. Pero de lo que no es consciente el realizador, es que la vida se abre camino. Y que tan impredecible es el resultado final de un partido como el imponente embiste de lo cotidiano, lo inesperado y lo azaroso del destino.
El tono crepuscular y sombrío de São Paulo (en contraste con la celebración apasionada que se desata en una ciudad en torno a un mundial) es el marco necesario de lo que acaba siendo un retrato conmovedor y pesadumbroso, aunque siempre elegante y nunca efectista, de un progenitor esquivo que recuerda perfectamente el arbitro de un partido de la selección del 74 pero que sin embargo ha borrado de por siempre otras memorias quizás más dolorosas.