Resultan innumerables las ocasiones en las que las altas expectativas han jugado en contra de una película. Ya sea por culpa de unos tráilers muy golosos o por unas primeras impresiones exageradamente positivas. No es el caso, desde luego, de Rey Arturo: La leyenda de Excálibur. La última película de Guy Ritchie ha sido vapuleada a muerte por los críticos de todos los países donde se ha estrenado hasta la fecha. Y la hostia en taquilla que se ha pegado ha sido, permitidme el chistecito, legendaria. Todavía me cuesta creer que Disney haya fichado a su director para encargarse de nada más y nada menos que del remake en acción real de Aladdin. Pero es que Guy Ritchie es una figura peculiar.
Su trayectoria como director ya es más bien curiosa. Debutó con la brillante y divertidísima Lock & Stock, para luego coronarse y petarlo por completo con Snatch, cerdos y diamantes, que en el fondo no dejaba de ser un remake encubierto con más dinero y caras conocidas de su primera obra. Algunos se referían a él como el Tarantino británico. No exentos de razón. Y lo que ocurrió después, como dirían los sensacionalistas titulares de las pseudonoticias de Facebook, le sorprenderá.
Movidas chunguísimas con Madonna, jodiendas infumables con Jason Statham… Barridos por la Marea y Revolver por separado ya habrían sido suficientes para liquidar fulminantemente la carrera de cualquier director. Pero Guy Ritchie está hecho de otra pasta. Inexplicablemente resurgió, cual ave fénix, gracias a la entretenida RocknRolla y a sus dos entregas del Sherlock Holmes de Robert Downey Jr. Hasta ahí todo bien. Algo más fría fue la recepción de Operación U.N.C.L.E., pero eso no le impidió dirigir una nueva versión cinematográfica de la leyenda del Rey Arturo. ¿Que por qué? Bueno, ¿y por qué no?
Si os estáis preguntando si Rey Arturo: La leyenda de Excálibur es tan jodida como la venden, la respuesta por mi parte es un rotundo no. No empieza bien, todo hay que decirlo. La introducción resulta francamente soporífera, y eso que durará poco más de cinco minutos. Parte de la culpa la tiene un Eric Bana a quien, ahora sí, propongo seriamente la opción de ponerle una orden de alejamiento que le impida aproximarse a más de 600 metros de una cámara de cine. El mundo será un lugar mejor. De verdad que sí. A un nivel más superficial, los créditos iniciales tampoco ayudan. Son los más feos que me he echado a la cara en años y parecen recién salidos de una peli de superhéroes del 2003. La banda sonora sí que anima un poco el cotarro, sorprendentemente sandunguera y que recuerda a la utilizada en las dos entregas de Sherlock Holmes.
Me atrevería a decir que los críticos han odiado esta película por ser tan abiertamente millennial. Quien busque clasicismo puede irse por donde ha venido. Este Rey Arturo: La leyenda de Excálibur es palomitero a más no poder y está dirigido a la chavalería de ahora. Y sí, eso implica apabullar constantemente al espectador con escenas de acción y caramelos visuales de diversa índole (aunque mala idea ha sido por parte de la distribuidora estrenarla en España después del último capítulo de Juego de Tronos), pero eso no me parece algo necesariamente malo si se hace bien. Y aunque no llegue al nivel de las mejores de Marvel Studios, desde luego se caga y se mea encima de cualquier entrega de Transformers.
El reparto plagado de caras conocidas de la pequeña pantalla no desluce en ningún momento. Charlie Hunnam está sorprendentemente bien como un Arturo cani y chulesco. Su séquito de fieles seguidores macarras no le va muy a la zaga. Pero quien se adueña de la pantalla es Jude Law, que parece estar en su fiesta de cumpleaños. No me cabe ninguna duda de que se lo pasó como un enano rodando esta película, aunque su papel no deje de ser una extensión ligeramente más malévola del interpretado en The Young Pope.
A título personal, uno desearía que Guy Ritchie estuviera más desatado. Se le ve mucho más comedido de lo normal, quizá por presiones del estudio para no espantar a potenciales espectadores. Pero yo creo que esto pedía a gritos un tratamiento mucho más cani, mucho más petardo, sin concesiones. Tendrían que habérsela jugado directamente y apostar por un Snatch en la Edad Media. Vivir para soñar. Y sí, hay ramalazos y pinceladas de este concepto durante toda la película —es inevitable que los tics de Ritchie salgan a relucir tarde o temprano—, pero si se hubiera tomado un poco menos en serio a sí misma sería mucho más disfrutable. En su defensa, hay un cameo de David Beckham para compensar.
Rey Arturo: La leyenda de Excálibur no intenta engañar a nadie. Es un entretenimiento palomitero que nace con la única pretensión de divertir. Es entretenida, divertida, macarra, carismática, con personalidad y particularmente violenta para ser PG-13. Que sí, que como película es más bien justita, tirando a deficiente. Que sí, que en el clímax final se les va de las manos el CGI y parece que estemos viendo un gameplay de Playstation 3. Pero he visto peores zurullos que se han llevado menos hostias. Seamos coherentes, por el amor de Dior.
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