En toda crítica de cine, hay una palabra que los creadores no quieren escuchar y los críticos, en el fondo, no queremos escribir, por necesaria que sea: “Pero”. Y, al hablar de películas como Psiconautas, da una rabia especial utilizarla, porque es una película hecha con poco presupuesto, cariño infinito y ganas locas de hacer disfrutar a un público adulto y preparado para un cine de animación más complejo que de costumbre. Por eso me he propuesto poner la palabreja de marras una sola vez más en esta crítica: Creo que lo contrario sería tremendamente injusto.
Atrás quedaron los tiempos en los que se otorgaba el Goya de mejor película animada a la única película nominada (desde 1989 hasta 1999). Desde el año 2000, todos los años ha habido una representación de varias películas de animación españolas, desde las estupendas Arrugas o Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo hasta las más discutibles P3K Pinocho 3000 o Planet 51. Este año, que a priori no presentaba ninguna película rompedora (Enrique Gato está metido hasta el fondo con Tadeo Jones 2 y no es que el resto del cine animado patrio esté pasando por su momento más dulce), fue el momento del éxito de Psiconautas, un filme que muy poca gente verá y que se come con patatas a más de la mitad de las ganadoras de esta categoría (sí, Futbolín, te estoy mirando a ti).
Y es que Psiconautas ofrece un estilo artístico inigualable, no solo por el atrevimiento al usar 2D en tiempos de la hegemonía del 3D, sino porque sus diseños, tristes y melancólicos, llaman la atención del público desde el primer segundo en pantalla. Las situaciones que viven los protagonistas, a medio camino entre lo onírico y lo inocente, no dejan ni un segundo de tranquilidad: La película no solo habla de los problemas del mundo en general, sino también de la avaricia, las ansias de independencia, las adicciones, las mentiras, la pobreza y la muerte en vida de una manera escalofriante, poniendo la sociedad bajo un microscopio y cortando y desgranando con la precisión de un bisturí.
Dinki ha decidido escapar de un mundo postapocalíptico, atacado tras un desastre medioambiental y en el que la vida que queda es extraña, mutada, casi irreal. Para ello, se juntará con dos amigos e intentarán comprar un barco que les lleve lejos, con la esperanza de que, en la ciudad, no haya ni rastro de esta catástrofe. Por su lado, Birdboy ha decidido escapar a su manera: Adicto a las sustancias psicotrópicas y más muerto que vivo, tratará de, simplemente, sobrevivir. Dinki y Birdboy tuvieron algo en el pasado. ¿Podrán recuperarlo ahora que el mundo les ha dado la espalda?
Al igual que Maus, la famosa novela gráfica de Art Spiegelman, Psiconautas muestra figuras de animales humanizadas (ratones, lechuzas, etcétera) para narrar una historia durísima, con un resultado francamente positivo. Quizá si la historia fuera menos dura, la presencia de animales habría resultado algo ridícula, y, sin embargo, se acierta de pleno. Debido a la dureza a irrealidad de lo que se cuenta, los diseños no solo son correctos: son básicos para el correcto funcionamiento de la película.
Llegados a este punto, os estaréis preguntando que si todo esto es así, estamos ante la película del año. Que no tiene fallos ni taras, el guión está refinadísimo y todo encaja perfectamente en su sitio. Y ojalá pudiera decir que es así en un proyecto en el que, obviamente, dos personas se han dejado dinero, ganas, esfuerzo y vida, para una pingüe recompensa. Ay. Os prometí hace cinco párrafos que la palabreja iba a aparecer. Psiconautas es, efectivamente, muy buena.
PERO.
Tristemente, Psiconautas no es perfecta, y no es culpa de la animación, los diseños o la dirección, que son impecables, sino de un guión que machaca demasiado en ocasiones el tema de la concienciación medioambiental, que en su ansia de retratar bien a los personajes puede ser algo repetitivo en su desarrollo, y que, aun dejando lagunas morales en todos sus protagonistas, peca de algunas escenas en las que, simplemente, los “buenos” son atacados por los “malos”.
No empaña esto, ni mucho menos, el desarrollo de una película que, cabe la pena resaltar, no es para todos los públicos. Y no solo me refiero al tema de las edades (que es bastante obvio), sino a los gustos personales. Psiconautas no es una película para quien espere acción continua, para quien crea que el cine es simple entretenimiento o para el que espere sentarse y que se lo den todo mascado. No: Psiconautas es una película inteligente, repleta de momentos oníricos, flashbacks mezclados con la realidad, artística, seria y reflexiva, muy diferente a la mayoría de películas de animación actuales y en la que merece la pena pararse y fijarse atentamente durante los apenas 80 minutos que dura.
Psiconautas: Los niños olvidados está siendo una película injustamente olvidada en los cines y el recuerdo colectivo, siempre buscando el siguiente estreno machacón e ignorando estas pequeñas joyitas. Estrenada en pocas salas, lo suyo es que no perdáis la oportunidad de verla antes de que la retiren. Tiene fallos, sí, aunque no os engañéis: el resultado es fascinante y te deja pegado a la pantalla gracias a su fuerza, su creatividad sin límites y un diseño único, gris, oscuro y algo Burtonesco, necesario en los tiempos de Mister Wonderful en los que vivimos.
No os la perdáis. No es la película que merecemos: Es la que necesitamos.