Todos los años surge una película en la carrera de los Oscars que parece completamente desubicada, ya que nadie contaba con ella en ninguna de las quinielas y se le termina juzgando simplemente diciendo “no debería estar ahí”. Este año ese extraño honor ha recaído en Philomena de Stephen Frears, película que obtuvo un considerable éxito en el pasado Festival de Venecia, consiguiendo el premio al mejor guión.
Es cierto que el punto de partida de Philomena bien podría dar para un telefilme de Antena 3 los fines de semana: una mujer parte en búsqueda de su hijo que le fue arrebatado por unas monjas hace cincuenta años. Lo más curioso es que la propia película es consciente del pantanoso terreno que transita y en un par de ocasiones el personaje del periodista interpretado por Steve Coogan pone en cuestión si debe ocuparse de una historia de trasfondo humano.
Aunque Philomena camine por el campo de minas de los lugares comunes pisando algunas bombas, también es cierto que son más las que consigue evitar, entregando un relato lleno de matices. Por poner un ejemplo, si Philomena hubiese sido española, se habrían cargado mucho más las tintas en las malvadas monjas y se hubiese ridiculizado mucho más el personaje principal y su deseo de perdonar a toda costa. Es este intento de no ser maniqueo, a pesar de la dureza de la historia, el que salva los muebles a Stephen Frears alejando a Philomena de una simple historia humana.
El duelo interpretativo de Judi Dench y Steve Coogan es de primer nivel como no podía ser menos. Dench aparca su registro de señora dura e implacable para componer un personaje lleno de dulzura e ingenuidad. Por su parte, Coogan tira de tablas en un papel escrito por él mismo (junto al guionista Jeff Pope) y, que a pesar de recordarnos demasiado a otros papeles ya interpretados por el actor, no deja de suponer un extraordinario contrapunto cínico a la inocente Philomena.
Philomena combina con la maestría habitual de Stephen Frears la comedia y el drama sin caer en ningún momento en el dramatismo burdo de hacer llorar a toda costa. Reirás, te emocionarás y aprenderás un poquito más sobre el ser humano, ¿qué más quieres?
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