¡Ya estamos casi en Semana Santa! ¡Podemos tocarla con la punta de los dedos! Es por esto que comienza el bombardeo de películas familiares para ver en vacaciones. Ya no se lleva eso de quedarse en casa o que cierren los establecimientos y solo veamos procesiones, eso es del siglo pasado. Will Gluck pasa ya de los adolescentes y prefiere dedicarse a un público más pequeño, primero fue Annie hace cuatro años, por cierto de nuevo contando con la actriz Rose Byrne y ahora esta Peter Rabbit que sigue la moda de mezclar animación hecha por ordenador e imagen real, lo mismito que Los Pitufos o los films de Alvin y las ardillas a los que se parece demasiado. Repetir ciertos tics y maneras que triunfan entre los enanos de la casa puede resultar a veces cansino pero eso no lo debemos de valorar aquellos que nos emocionamos con producciones más serias y adultas ¡ni es justo ni es nuestra liga!
Peter Rabbit vive en el campo y desde siempre ha estado en disputa con un granjero de apellido Mc Gregor, el Elmer Gruñón de Warner que no le deja pisar su huerto. Junto al simpático conejito viven sus tres hermanas trillizas y un primo glotón que siempre se está metiendo en líos, el típico Sancho Panza que acompaña al héroe en sus locuras. Como en Tod y Toby, de la Disney, el cascarrabias tiene su contrario como vecina, una joven pintora sin mucho talento que protege y ama a los animales sobre todas las cosas. Los humanos y los animales pueden convivir juntos y en libertad siguiendo unas normas muy concretas, ni Peter Rabbit ni el sobrino de McGregor parecen entender esto convirtiendo todo en un campo de batalla en donde vale todo, en donde está permitido la humillación y la mentira con tal de salir victorioso. Ese es el comienzo de un largometraje que sigue a cuentos infantiles de antaño como El viento en los sauces de Kenneth Grahame y adapta directamente la historia de la autora inglesa Beatrix Potter sobre este personaje y sus amigos de comienzos del siglo XX.
¿Qué nos ofrece Peter Rabbit? A nosotros poca cosa, a los peques diversión a toneladas, un slapstick en donde nadie se hace daño ni sale herido con un viaje a la ciudad que lo cambia todo y que nos aconseja abandonar el mundo urbanita y abrazar la vida campestre que es mucho más saludable y menos estresante.
Todos los animales que aparecen, salvajes o domesticados, se comportan como humanos ¡llegan a hablar idiomas! y tienen sentimientos muy profundos de carencia afectiva o de abandono. En esto está el sentido y propósito final de esta obra, debemos comprender que el amor nunca puede ser egoísta, lo acaba averiguando la mayor de la hermanas y el protagonista que nunca perdió a una amiga/madre sino ganó a un amigo/padre cuando el romanticismo, paseos y almuerzos sobre la hierba incluidos, flotaba en el aíre. Todo lo demás son fuegos artificiales puestos al servicio de este principio universal.
Por tren, en coche y hasta en vagoneta ¡guiño a otro slapstick famoso como es El maquinista de la General, del gran Buster Keaton! los animales viajan hasta lugares que nunca habían visto para tratar de arreglar lo que se ha roto. Se enfrentarán a futuros compradores de casas maleducados y celebrarán fiestas destroy con tejones despistados que no saben esconderse o zorros borrachos al que le han gastado más bromas pesadas que a Thomas que parece cogerle gustito a esto de que se rían de él y no con él ¡sí, me estoy refiriendo a Star Wars: los últimos Jedi! Rose Byrne esta vez se libra de que le electrocuten o salga volando al activarse un airbag, aquí es la buena que todo lo que hace está bien y que tiene amor para dar y tomar a manos llenas.
Peter Rabbit es una broma continua, con una música que le sigue el rollo y con unos decentes efectos especiales que no dañan a la vista como el CGI de cierto bigote mal borrado. No sorprende en nada pero es que tampoco lo pretende, es una hora y media de entretenida comedia aventurera que a veces peca de crueldad mal entendida, ataques al corazón o cocinado de conejo, pero que tampoco va asustar a casi nadie porque esa nunca ha sido su intención.
Pelusa, Pitusa y Cola de Algodón han sustituido en los corazones de los niños, al menos esta Semana Santa a las tres ardillas o a Pitufina, Papa Pitufo y Gargamel. Me temo que pronto volverán a ser sustituidas por otros tres ¡seguramente animalitos charlatanes también con vestidos de colores diferentes y más tiernos que ellas! Es la ley de la demanda y por ahora parece que manda eso, para más mayores ya están los robots gigantes.