Recuerdo con claridad el primer día que abrí un libro de Pesadillas , antes de ver la serie en televisión. No se puede decir que me invadiera el terror al leer Sangre de monstruo, pero sí tuve el interés por llegar hasta el final y querer más, y más. Pronto, R.L. Stine formaría parte de mi vida hasta tener una cincuentena de novelas de la saga en mi casa. El tiempo pasa y, aunque Pesadillas nunca ha dejado de sacar material (actualmente hay 200 títulos entre diferentes colecciones), el interés de la saga fue decayendo… Hasta que la inevitable nostalgia lo trajo de vuelta. A la aparición de blogs y podcasts desmitificadores (como Temblad, muchachos, temblad, locutado por un servidor) se unió el estreno, en 2015, de Pesadillas, una película que podría haber salido fatal pero resultó sorprendentemente divertida, respetuosa y digna. Era lógico que más temprano que tarde se preparara una secuela antes de que el anestésico recuerdo de los 90 se diluyera por completo. Tristemente, podríamos haber vivido sin Pesadillas 2: Noche de Halloween.
Esta película es como una segunda parte directa a vídeo de la original, solo que, en un acto algo desalmado, estrenándose en pantalla grande. En lugar de continuar la tendencia de Hollywood y poner más efectos especiales aumentando la escala de la historia, Pesadillas 2: Noche de Halloween parece desganada, como si todo lo que hizo buena a la primera parte estuviera de resaca. Donde Pesadillas acertaba de forma casi milagrosa, Pesadillas 2: Noche de Halloween falla miserablemente.
Ya de entrada, el argumento es tedioso: dos niños repelentes, Sonny y Sam, encuentran, vaciando la casa de un tal “Sr. Stine”, un libro antiguo del que sale Slappy, un muñeco de ventrílocuo que todos los aficionados a Pesadillas conocen, que cobra vida y tan solo quiere formar una familia. Al final, tras revelarse –oh sorpresa- como un muñeco malvado, Slappy decide dar vida a todos los adornos de Halloween del pueblo y formar un Apocalipsis en miniatura gracias a una torre de electricidad por la que puede lanzar hechizos mágicos. En fin.
El argumento de Pesadillas era relativamente vibrante (¡los libros de RL Stine cobran vida!), pero el de esta segunda parte carece de interés (las, eh, calabazas de Halloween, pues, mira, cobran vida). Y eso repercute en el resto del metraje, claro: no solo repite modelos y monstruos de la primera parte, sino que se nota con menos presupuesto ya desde la elección del director, un Ari Sandel (des)conocido por El último baile y La primera vez que nos vimos que ejecuta con la precisión de un telefilme y el nervio de un extra aletargado de DVD.
Uno puede predecir todo lo que va a ocurrir en la película a cinco o diez minutos vista, sin error posible, y eso imposibilita el disfrute de una obra sin méritos técnicos o artísticos de ningún tipo. Se podría argumentar que devuelve la aventura de los años 80, pero, si ese es el intento, no lo consigue en absoluto. ¡Ni siquiera es coherente en su propio universo! Veréis. En Pesadillas , la tinta de los libros se convertía en los monstruos que asolaban la ciudad, y dichos monstruos podían ser tragados de nuevo por sus libros correspondientes, transformándose otra vez en tinta. Aquí, Slappy da vida a un montón de objetos inanimados que no están en ninguna obra de RL Stine, e igualmente el libro termina tragándoselos, destruyendo por completo cualquier lógica interna. Es solo un ejemplo de lo frustrante que es este film y de su pasotismo extremo.
Jack Black repite en su papel de RL Stine, apareciendo en un total de tres escenas claramente añadidas a última hora que no aportan nada al devenir de la película (aunque, eso sí, nos dan el mejor chiste del libreto). Junto a este plato fuerte francamente revenido hay un plantel de niños actores con cierto nivel: Madison Iseman, una de las adolescentes de Jumanji: Bienvenidos a la jungla ; Jeremy Ray Taylor, el protagonista de It , y Caleel Harris, protagonista de los flashbacks en Castle Rock . También tienen su momento de gloria una cumplidora Wendi McLendon-Covey (La boda de mi mejor amiga) y un Ken Jeong (Chang en Community) perdidísimo.
Sobre el personaje de Ken Jeong se podría escribir una columna entera que vamos a resumir en una sola pregunta: ¿A qué persona del equipo de doblaje se le ocurrió que el personaje chino de Pesadillas 2: Noche de Halloween hablara con la “l” en vez de con la “r” formando un estereotipo vergonzoso? Cada vez que aparece en pantalla, la vergüenza ajena se apodera hasta del espectador más curtido. Terrible e indefendible.
Pero, ¿hay algo que se salve en Pesadillas 2: Noche de Halloween? Por supuesto: hay un par de escenas muy divertidas con unos efectos especiales cumplidores, aunque se alejen por completo de los libros de RL Stine. ¡Ah! Y el momento final augura una Pesadillas 3 mucho más interesante que esta, lo que da aún más rabia al dar la impresión de que es un simple puente entre secuelas realmente interesantes.
Si lo que esperabais era encontrar el ambiente enrarecido, la diversión sin complejos y las referencias casi enciclopédicas de Pesadillas, es mejor que no os acerquéis al cine. Si queréis pasar un rato aterrador con una película de terror juvenil, Una pandilla alucinante está en Filmin. No se me ocurre una sola razón, más allá del completismo obsesivo, por el que alguien quiera ir a ver una película tan inofensiva como irrelevante.
Temblad, muchachos, temblad, ¡qué turra os van a dar!
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