Perdida, el patriarcado y las matrioskas

Uno va a ver a David Fincher al cine como si del último día de los dinosaurios en la tierra se tratase, preparado y dispuesto a que te pegue el asteroide de lleno, sin darte tiempo a cuestionar el sentido de todo.

He de reconocer que tras enfrentarme a la primera parte de Perdida y su tedioso doblaje, digno de película porno de los 80,  pensé «pues bueno, Fincher me ha fallado». Es un Fincher menor. No siempre se puede creer en los Reyes Magos. Los héroes también fallan y muchas más tonterías, y nada más lejos de realidad, porque Perdida es la película que se reconvierte en otra película minuto a minuto, como si de la gira final de Madonna se tratase.

Hay que rascar, y mucho, para llegar a comprender el entramado que confecciona Gillian Flynn, pero tal vez nos encontremos ante un largometraje lleno de matices, que darán seguro muchos debates a lo largo del tiempo. Su esquema es tan enfermizo y retorcido que parece que las soluciones llegan por arte de magia, pero no se deje engañar, estamos ante una película de deberes, de las que te mandan a casa para que la pienses bien y tengas tiempo para llegar a comprenderla.

Perdida

También cabe destacar el papel de Ben Affleck, cosa que pensé que nunca escribiría, y es que calca a la perfección el papel de cateto resultón con un curso de escritura, mujeriego y engreído, papel que por otro lado ha nacido para hacer. Sin él, la película carece de sentido, ya que es el contrapunto perfecto para ser la marioneta de Rosemund Pike, auténtico motor de la historia. La historia de ambos fluye en direcciones opuestas y consigue que sientas pena por alguno de los dos en algunos momentos, o todo lo contrario. Y ahí, amigos, es dónde surge el auténtico Fincher, capaz de manipular al espectador con una historia que podría ser la típica película de Antena 3 de por la tarde, pero añadiendo la música de Trent Reznor y Atticus Ross.

Perdida ha levantado multitud de debates acerca del género, si es fruto de una sociedad sumida en el patriarcado o por el contrario es la película feminista por naturaleza. Quiero desbancarme de este debate carente de sentido y establecer una tercera línea, ¿qué harías por un hijo? Tal vez el debate esté en la familia como núcleo de la sociedad (la relación de ambos protagonistas con sus padres, sus hermanos o sus hijos), llevado al extremo, dejando una cuarta pregunta  en el aire ¿es capaz el espectador de despojarse de los continuos prejuicios de cada escena para llegar a vislumbrar que ambos personajes principales están cortados por el mismo patrón?

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