Da gusto que alguien de vez en cuando se interese por las vidas de artistas poco conocidos o que nunca han recibido una merecida atención en el cine. Estamos ya un poco cansados y huele bastante que siempre sean los mismos. Esta vez no se trata de Van Gogh, Cezanne, Picasso o Goya y Velázquez en España, por ejemplo. La pintora alemana Paula Modersohn-Becker por fin va a salir del anonimato fuera de su país. El director Christian Schwochow hace un sentido homenaje a su vida y obra, una artista pionera que vio más allá de la realidad, una rebelde incomprendida que no creía en las normas establecidas y que se enfrentó a los hombres en su propio terreno. La primera a la que se le dedicó un museo solo para ella, diez años de trabajo en los que le dio tiempo a pintar más de setecientos cincuenta lienzos y cerca de un millar de dibujos.
A comienzos del siglo XX, la Europa artística estaba dividida en dos, aquellos que creían en la realidad tal y como se veía y los revolucionarios y prevanguardistas que experimentaban su propio mundo alejados de las convenciones y de la tradición. En la comunidad alemana de Worpswede creen que solo los hombres pueden pintar y que las mujeres deben dedicarse solo a las labores domésticas acercándose solo a la pintura como hobby. Paula Becker, junto a su amiga Clara Westhoff y el poeta Rainer Maria Rilke, el rarito de la clase, no aceptan y cuentan, sufren, explican o representan la realidad que les rodea a su manera, con una imaginación desbordante entrando en conflicto con aquellos que defienden una postura totalmente distinta, aquellos que se acercan a la naturaleza y al paisaje pintándolo tal y como se muestra, como Otto Modersohn, el futuro marido de Paula. No contentos con eso viajan a París, el más importante centro artístico del continente, para evolucionar, conocerse a si mismos y una felicidad que en Alemania se les negaba. Allí Paula aprenderá a pintar de verdad, tomará contacto con los círculos de la vanguardia y reconocerá el amor verdadero después de experimentar todos los demás.
Paula nos presenta a una mujer adelantada a su tiempo que pasó por muchas cosas, algunos tragos terribles y otros más agradables, como el hada verde. En Alemania conoció la amargura y la tristeza, la oscuridad de unos paisajes muy bellos pero helados mientras que en la capital francesa descubrió el brillante color que le ofrecían los ambientes bohemios, los cafés que frecuentaba y los bulevares por los que caminaba cada día.
En Worpswede un pintor se formaba dando clases al aire libre, con obras paisajísticas o bellos retratos ubicados en lugares maravillosos, Paula prefiere sin embargo deformar al campesinado que compra para posar en sus telas y mostrar el mundo que ella distingue o percibe, diferente al de los demás. Los clientes visitan los hogares de los artistas y antes de comprar los cuadros son invitados a comidas caseras con las que tratan de ganárselos.
En París triunfan las escuelas y academias con alumnos que aprenden pintura y escultura con grandes maestros en el interior de talleres. Allí dibujan, abocetando en tiempo record, los cuerpos desnudos de vivos y muertos. Se abonan las clases por adelantado y muy pocas aceptan a las mujeres a las que aún se les considera inferiores en cuanto a talento o destreza técnica. Se visitan exposiciones y galerías de arte, algunas casi clandestinas, como la de artistas postimpresionistas, como Cezanne y se malvive en pensiones de mala muerte donde se aceptan broches o joyas como pago del alquiler.
Cargada con el caballete, la paleta de madera, las pinturas y los lienzos Carla Juri viaja de Alemania a Francia y más tarde de vuelta a su hogar recibiendo clases de arte y vida a partes iguales. Se autorretrata como madre y recibe el reconocimiento de todos aquellos que ven un talento inexplicable en todo aquello que hace. Genio y figura ignorada en un principio y ridiculizada por comentarios sobre sus obras colgadas. Borracha que no tenía donde caerse muerta o libre pensadora que conseguirá el éxito solo tras su muerte, como ocurre en muchas ocasiones.
El arte le debe más de una, el séptimo ya no. Gracias a Schwochow, Paula Modersohn- Becker va a dejar de ser una desconocida en España en este 2017. Por el mismo precio vamos a tener a los de siempre, arte de Cezanne, Picasso, Gauguin, fauvismo o renacimiento alemán esta vez de la mano de una mujer que no susurraba, gritaba a voces al mundo ¡El ingenio y la virtud no es cuestión de género!