El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Nick ha cometido el mismo error en dos ocasiones, casándose y después separándose de su esposa al enamorarse de una mujer mucho más joven que él, modelo profesional. Jade y María son estas dos ex despechadas en el film alemán Olvídate de Nick, de la directora Margarethe von Trotta, dos mujeres modernas, muy diferentes entre sí que han coincidido en tiempo y lugar, un ático en Nueva York y que solo tienen en común al hombre que las ha arruinado la vida. Mientras una de ellas quiere vender la casa para salvar su negocio, una firma dedicada al diseño de moda, la otra desea por el contrario vivir en ella porque le trae viejos recuerdos y además está pasando una mala racha económica. Es entonces cuando ambas deben convivir como buenas compañeras, una entente cordiale que en ocasiones entra en riesgo de partirse en dos ¡La guerra está servida!
Olvídate de Nick es un film feminista que presenta un triple y diferente modelo de mujer moderna que debe ser imitado. Jade representa a la típica jefa triunfadora que ha llegado a lo más alto trabajando más que los demás y que nunca ha visto despertarse en ella el instinto maternal. Amante del buen arte, la comida vegetariana y el culto al cuerpo esta boss choca frontálmente con el estilo de vida que lleva María, una ama de casa intelectual que dejó su vocación como profesora de literatura y que se convirtió en madre divorciada muy pronto. Entre ellas se encuentra Antonia, hija de María, otra inteligente mujer que acapara las mejores virtudes de ambas, una madre soltera que tiene que conciliar vida laboral, en un laboratorio y familiar. Jade intentará que sus dones y aptitudes no se desaprovechen viendo en ella a su yo más joven, María siente miedo y celos al notar que se aleja de ella pero acepta que no debe inmiscuirse en sus asuntos dejando que ella misma tome sus propias decisiones, acertadas sin lugar a dudas. Y luego está Nick, un donjuán que colecciona amantes y que nunca recibirá el premio al mejor padre del año o el resto de los hombres que son ridiculizados al máximo presentándolos como unos inútiles o convirtiéndose en auténticas marionetas de una mujer que tiene todo el poder y lo sabe. Los utiliza para trasladar un cuadro de un lugar a otro en numerosas ocasiones, están por debajo de ella en la empresa y son ninguneados cada vez que haga falta o son dueños de los peores sentimientos posibles ¡hasta el agente inmobiliario que prepara el home staging y las visitas en grupo al ático es un incompetente!
El problema que le encuentro a Olvídate de Nick es que aunque está vendido como una comedia de enredo, pero no lo es en absoluto, las escenas divertidas brillan por su ausencia y el drama impera en casi todo el metraje con unos personajes insatisfechos amorosa o profesionalmente que luchan por salir de su precaria situación. Reducirlo todo a una accidentada clase de poesía de Virginia Wolf, una peleita del montón entre malhumoradas mujeres o un final feliz previsible es poco bagaje para este viaje.
No se puede decir que no entretenga porque estaríamos faltando a la verdad, se deja ver y mucho pero esperaba bastante más de una directora que suele regalarnos presentes más emotivos y sentidos. Nunca llegamos a tomarnos en serio los problemas de estas dos mujeres ni sentimos amenazado su estatus económico o su bienestar, mucho menos sufrimos con lo que les pasa que es bastante y realmente muy duro. Una separación siempre es difícil, exige un tiempo de luto y duelo por la relación y el amor perdido que aquí se supera en nada y es quizás por eso lo que haga que no lleguemos e empatizar con la pobre Jade. Su yo pasado presentado en Antonia, mujer con potencial que solo necesita un empujoncito y los contactos adecuados, su yo presente, demasiado plastificado y su yo futuro, María “hay vida después de Nick” , no llegan a emocionarnos y se quedan en meras radiografías que necesitaban una mayor profundidad y un músculo inexistente.
Como regalo de navidad, Olvídate de Nick se queda corto porque no profundiza en algunos temas capitales que hubieran enriquecido el producto, buenas ideas pero mejorable resultado. No es necesario cambiarlo al día siguiente pero quizás se quede en el fondo del cajón junto a ese jersey que te compró tu tía lejana, a la que ves una vez cada dos o tres años. La sombra de Hannah Arendt todavía es bastante alargada.