Okja es una película con unas características muy particulares que, de partida, la convierten en algo intrínsecamente interesante. Como pequeña sinopsis, nos situamos en un idílico escenario natural en el que Okja, una cerdita gigante, y Mija, la niña que ha crecido con ella, disfrutan de las delicias de la vida despojada del progreso: corren por la montaña buscando comida fresca, descansan en el río sin ninguna prisa, y regresan a un hogar modesto para cocinar con su abuelo. Okja vive con ellos porque forma parte de un proyecto de Mirando, un fiel retrato de las corporaciones multinacionales despiadadas y sin límites a la hora de meteorizar su riqueza, en este caso (y en la vida real) motivada por una cuestión de egos y ambiciones familiares. Mirando creó en el laboratorio una nueva raza de los llamados “super-cerdos”, bajo la mentira filantrópica de alimentar al mundo y, como campaña soberbia de marketing, decidió lanzar un concurso en el que diez granjeros criarían a un ejemplar de super-cerdo durante diez años. Tras transcurrir la crianza, el que mayor opulencia y salud alcanzara, conseguiría un millonario premio para su familia de acogida, pero tendría que separarse de ella, y convertirse definitivamente en lo que había sido desde el principio: comida procesada del primer mundo. De aquí en adelante, el planteamiento y transcurso de la película es el propio; Mija emprende un viaje para rescatar a Okja.
El tema de un afecto tan visceral entre un animal y un niño no es nada nuevo, si bien es uno de los más nobles para narrar, pero en Okja, nos encontramos ante la primera producción de Netflix que, sin haber sido distribuida en las salas, ha competido en la sección oficial del pasado Festival de Cannes. Okja cuenta con un reparto de cabecera innegablemente magistral, y además muy atractivo y variado. La simple oportunidad de ver a Tilda Swinson, Jake Gyllenhall, Paul Dano y Giancarlo Esposito en la misma cinta resulta una razón más que suficiente para que, como mínimo (y de mínimo no tiene nada), las dos horas y un minuto de Okja merezcan muchísimo la pena, e incluso quedarnos a estirar las piernas durante los créditos para no perdernos la escena final.
Probablemente, éste sea el momento de detenernos a asimilar la valiosísima información que esconde Okja, una película fundamentalmente diseñada para el entretenimiento efectista y el enganche emocional apto para todas las audiencias. Sin embargo, a pesar de cumplir con éxito absolutamente todas las reglas del género acción-entretenimiento-aventura-moraleja, y no olvidarse de representar ningún estereotipo ni minoría (Paul Dano, blanco y norteamericano, será el líder de un divertido grupo de activismo animalista en el que también veremos a un asíatico, un sensible hipster y afeminado, y cómo no, una única mujer, guapa y sentimental), el director de Okja, el coreano Bong Joon-ho, ha sabido tratar la infame problemática de la explotación animal con sabiduría, respeto y una narrativa llena de matices muy eficiente.
Como Okja es una película de acción y ternura, con un montón de colores, movimientos, efectos especiales y chistes sencillos e universales, su discurso a favor del fin de la explotación animal no molesta. Este enfoque no es necesariamente el adecuado para luchar contra esta barbarie políticamente, pero si puede serlo para sensibilizar a consumidores inocentes, ciudadanos de a pie, que por alguna razón u otra, no han logrado observar a los animales como los seres sufrientes que son, tal y como nosotros. Y quizá mucho más que nosotros, porque no pueden ni siquiera comprender el sufrimiento, ni saber cuándo terminará. Y así, en Okja disfrutaremos y padeceremos por igual , y de forma drástica, la vida real de un animal víctima de la producción intensiva ganadera, aunque en la realidad, ninguno de los cerdos de esta ruin industria ha corrido con la suerte de vivir sus primeros diez años como Okja, como debería vivir cualquier animal.
Y por esta razón, Okja es una clásica película emotiva de acción y aventuras con fines morales, que con un guión hollywoodiense, pero bastante consciente y realista, ha conseguido significar un ejercicio de sensibilización real más allá de la ficción, y del mismo modo, ser una película respetuosa con todos los peligrosos matices de la problemática de la ganadería intensiva, que no sólo tortura cuerpos exactamente igual de sensibles que los nuestros, sino que es el mayor foco de emisiones de CO2 del mundo. Ninguna persona buena y sana, amante de la carne o no, podrá desapegarse de la tortura animal tras ver esta película, y eso es un logro muy admirable.
Trailer subtitulado de OKJA de Bong Joon-ho con Tilda Swinton, Jake Gyllenhaal y Paul Dano
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