Que Emilio Martínez-Lázaro decida reencontrarse con la comedia tras el flojo paréntesis de Las Trece Rosas siempre es un placer. Y más si va a acompañado al guión de dos jóvenes pesos pesados de la nueva comedia española como son Borja Cobeaga y Diego San José (Pagafantas, No controles). De hecho no es la primera vez que Martínez-Lázaro tira de jóvenes promesas para sus comedias: ya en 1994 contó con el guión de un primerizo chaval llamado David Trueba para Los peores años de nuestra vida, al que ya sabemos cómo le ha ido; y en 2002 tuvo en sus manos el guión de El otro lado de la cama de David Serrano, que no tuvo tanta suerte como el menor de los Trueba.
En Ocho apellidos vascos el tandem Cobeaga-San José ha tirado de su experiencia en Vaya semanita, donde las coñas al sentimiento e idiosincrasia vasca estaban a la orden del día y lo han salpicado de humor de raíces andaluzas para elaborar una comedia romántica que funciona a pesar de la acumulación de tópicos de la que a veces hace gala. En cierto modo, como pasaba con Los amantes pasajeros y las gracias acerca de los mariquitas, esto consiste en tirar de los manidos chistes que todos podamos hacer sobre vascos o andaluces e intentar darles una coherencia argumental. Este hilo es el que más falla en Ocho apellidos vascos, el armazón de comedia romántica es demasiado flojo y nunca consigue arrancar ni escaparse de la vaguedad.
Pero, afortunadamente, el caudal de chistes propiciado por Ocho apellidos vascos compensa con extremada holgura las mencionadas carencias. Por supuesto hay que empezar por tener a una atractiva pareja protagonista: un sorprendente Dani Rovira en su debut en pantalla grande y una espléndidamente estúpida Clara Lago tienen la química suficiente como el sevillano profundo y la vasca de flequillo horrendo. El continuo toma y daca entre ellos provoca extraordinarias carcajadas llegando a momentos donde, al menos en el primer pase con público al que tuve el placer de asistir, era imposible escuchar el siguiente chiste. Que los chistes sean los que todos podamos haber hecho alguna vez no impide que nos riamos al verlos en pantalla, de hecho es una de las grandes bazas de Ocho apellidos vascos. El acompañamiento de Carmen Machi y Karra Elejalde, aunque menos cómico, también funciona por el extraordinario hacer de dos actores con las suficientes tablas tanto en la comedia como en el drama. Porque si queremos comedia pura y dura ya tenemos a Alberto López y Alfonso Sánchez que sin duda provocan algunos de los momentos más hilarantes de la película.
Lo que más llama la atención de Ocho apellidos vascos es su capacidad de meterse en una serie de berenjenales socio-políticos de los que sale de pie: empezando por los chistes políticamente incorrectos a costa de los andaluces y acabando por el cachondeo a costa de los abertxales. Dice mucho de nuestra sociedad que podamos bromear con el tema del conflicto vasco que tantos años de lágrimas nos ha dado. Al menos podemos presumir de que algo estamos haciendo bien en este maltrecho país.
7 comments
Yo creo que a día de hoy, y aunque sea una actitud un tanto neandertal, creo que vería cualquier serie/película en la que saliera Clara Lago. Si además puedo echarme unas risas, mejor que mejor, y con Borja Cobeaga ahí, las risas están aseguradas (en Pagafantas, aunque muy simplonas, me sacó bastantes carcajadas)
Yo creo que a día de hoy, y aunque sea una actitud un tanto neandertal, creo que vería cualquier serie/película en la que saliera Clara Lago. Si además puedo echarme unas risas, mejor que mejor, y con Borja Cobeaga ahí, las risas están aseguradas (en Pagafantas, aunque muy simplonas, me sacó bastantes carcajadas)