Soy de la opinión de que la mayoría de las veces las condiciones en las que están realizadas las películas no deben condicionarnos a la hora de valorar su calidad. Que Obra 67 sea un Little Secret Film que ha sido rodado durante 24 horas y esté basado en diálogos improvisados por sus actores sobre una escaleta definida no debería ser razón suficiente para apreciar (para bien o para mal) su indudable condición de película destacable. De hecho debería hacernos reflexionar sobre el resto del cine realizado en condiciones más holgadas y de mucha menor calidad que esta Obra 67 de David Sainz.
La gran calidad de Obra 67 radica en dos aspectos en los que el cine español suele flojear últimamente: en primer lugar, es una propuesta original y arriesgada dentro de un marco referencial y accesible. Estamos un poco hartos de ver cine de autor empeñado en ser antipático y cruel en aras de una ambición artística entendida como un todo vale. Pero Obra 67 demuestra que se puede ser original y experimental de una manera que el espectador no se sienta atacado. Que conste que soy de los que opina que también hay que saber valorar cierto cine provocador como la injustamente vilipendiada Only god forgives, todo un escupitajo a la cara a los modernos que creyeron saber ver Drive (pero ese es otro tema). El caso es que Obra 67 quiere tener un público y lo consigue con una película muy entretenida que bebe de numerosas fuentes, saltando de la comedia al drama pasando por el retrato social y el thriller.
El segundo aspecto reseñable de Obra 67 es su estupendo plantel de actores, a la postre coautores del guión de la película. Que Antonio Dechent es un animal cinematográfico que no necesita presentación no es ninguna novedad, pero son Jacinto Bobo, Álvaro Pérez y Daniel Mantero los que dan un grandioso recital interpretativo que pocas veces solemos ver dentro del impostado panorama interpretativo español. Sobra decir que habrá que seguirles la pista.
Contradiciéndome en cuanto a mi introducción, sorprende saber que Obra 67 se rodó en 24 horas. La excelente puesta en escena desarrollada por David Sáinz es impropia de un cine supuestamente hecho aprisa y sin medios: huyendo de la manida cámara en mano muy del gusto de este tipo de proyectos, Sáinz se preocupa por una preciosista composición de planos que dotan a Obra 67 de un acabado impropio de una película de bajo presupuesto. De hecho, después de esta película será muy difícil hablar de otra cinta diciendo eso de que “está bien, pero se nota la falta de presupuesto”.
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A mi al verla me surgen dudas en saber si los insertos (los clips que ven de otras películas) están hechos en esas 24 horas o están preparados… por lo demás, me quito el sombrero, y porque no tengo mas cabezas, si no me quitaría mas sombreros.
Aunque fuesen 48 horas tendría un mérito enorme el acabado visual de la película. Sí, yo también me quito el sombrero.