No todo es vigilia es probablemente el film español más personal e íntimo de los últimos años. Tan personal que es una obra creada por el director Hermes Paralluelo como tributo a la vida de sus abuelos. Estos, Antonio y Felisa, son los protagonistas de un film que poco tiene de ficción y mucho de real, ya que documenta la vida de estos personajes a través de vivencias verídicas pero de una forma totalmente lírica, poética y con un gran tono crítico.
No todo es vigilia es una película formada por dos partes claramente diferenciadas. La primera parte es un viaje a las profundidades y recovecos del hospital en el que se encuentran los protagonistas. Antonio es objeto de muchas pruebas médicas pero en ningún momento sabemos qué le ocurre. Mientras, Felisa se adentra por los pasillos y habitaciones del hospital sin un rumbo claro, vagando, en busca de su marido o simplemente matando el tiempo. El retrato que se hace del hospital es muy duro y tajante, quizás en exceso. Se oculta prácticamente la cara de los enfermeros y médicos y se representan de una forma totalmente fría: desatendiendo a sus pacientes, no dándoles conversación, usándolos como objetos viejos que han de ser reparados.
La segunda parte de la película se centra en la convivencia entre la pareja de ancianos en su hogar tras volver del hospital. Esta parte está dedicada sobre todo a mostrar las miserias, dificultades y contratiempos que tienen los protagonistas. Desde grandes problemas como el mal funcionamiento de la calefacción hasta otros totalmente simples como no saber poner el despertador. El mensaje lanzado por la película es en ocasiones demasiado duro; la vida de los abuelos es triste, monótona, apagada, y pese a ser totalmente realista en muchas ocasiones se fuerza en exceso. Aun así, este mensaje culmina con una moraleja preciosa que consuela al espectador: estos ancianos, pese a estar totalmente solos y desatendidos, se quieren, se respetan y se ayudan para seguir viviendo.
La belleza visual de No todo es vigilia es innegable. Los planos, en su mayoría estáticos, sobre todo aquellos dentro del hospital, son milimétricos y gozan de una fotografía impoluta. El ritmo lento de la obra encaja a la perfección con la vida de los ancianos y transmite al espectador la sensación de monotonía, pesadez y desespero de los protagonistas.
Paralluelo se arriesga mucho al cargar todo el peso de la película en dos personas de más de 80 años. Pero juega con una gran ventaja, son sus abuelos, los conoce, sabe sus manías, sus posibilidades y como trasladarlas en la gran pantalla.
Pese a que rápidamente pueden surgir las comparaciones con Amour de Haneke, No todo es vigilia, pese a ser también muy crítica, tiene sobre todo una actitud contemplativa que invita al espectador a ponerse en la piel de dos personas octogenarias y darse cuenta que su gran aventura no es nada del otro mundo, es simplemente continuar viviendo arropado de un amor inmenso.
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