Decir que Nadie quiere la noche es una historia dramática cuando se han visto los primeros cuarenta y cinco minutos es faltar a la verdad porque las aventuras que se suceden en el viaje que la exploradora Josephine Peary emprende en pos de su marido en el Polo Norte allá por el año 1908 nada tienen de dramáticas, si acaso mortales por cuanto a los cadáveres que dejan a su paso. La segunda parte del film es otra cosa. Aquí sí que se deja a un lado peligros como el frágil hielo, los osos o las avalanchas de nieve para centrarse en la relación que se establece entre la misma exploradora y una mujer nativa inuit llamada Allaka. Ambas son rivales y ambas han sido engañadas por el explorador que las ha abandonado buscando ser el primer hombre en pisar ciertas partes del Polo. Las dos tendrán en ese momento que apoyarse la una en la otra para poder sobrevivir en un medio hostil y con unas condiciones atmosféricas terribles. El corazón helado de Josephine, una valiente y luchadora Juliette Binoche, finalmente se romperá dando paso a una mujer más amable y cariñosa con aquellos que tiene a su lado. No cabe otra cosa si ambas quieren volver a ver la luz pues cuando el duro invierno traiga la noche por mucho tiempo todo se habrá acabado.
Quizás se echa de menos una fotografía más espectacular centrada en los paisajes helados del lugar pero Isabel Coixet es una experta en plantear dramas humanos, es lo que más le interesa por encima de detalles como bonitas postales navideñas. Por eso esta película no falla, sus intenciones son muy claras y las lleva hasta sus últimas consecuencias.
Las costumbres esquimales de los inuit quedan relegadas a un segundo plano y solo serán contempladas cuando sirven al propósito mayor que es la amistad de las dos mujeres. Entonces sí que nos enseñan los iglús esquimales donde viven y duermen los habitantes de los hielos así como la manera que tienen de alimentarse muchas veces chocando con las refinadas costumbres europeas de la señora Peary. En ese momento las dos supervivientes son iguales, ninguna es superior a la otra ni en status ni en posesiones. Cada una enseñará a la otra su modo de vida buscando enseñarle algo que desconoce, algo que puede ser la clave para ver la luz del amanecer del día siguiente.
La presencia masculina en Nadie quiere la noche es secundaria llegando a parecer en ocasiones simples títeres en manos de las dos mujeres. Pese a que su experiencia en esos lugares es muy grande esto no significa que tengan la llave maestra de la supervivencia sino más bien lo contrario mostrándose a veces acobardados y carentes del arrojo suficiente para combatir ciertas dificultades. La mujer es la protagonista, todo gira a su alrededor y todo conduce a ella incluidos los carros de trineos, auténticos salvavidas en el Polo.
Nadie quiere la noche es una historia de amor. Por amor una mujer atraviesa lugares poco recomendables buscando el abrigo de su marido y por amor descubre que toda su vida es una farsa, que en verdad las apariencias engañan y que lo que ella consideraba importante no lo es en absoluto. Ese lugar cambiará su manera de ver las cosas sacrificando todo por un bien mayor, la salvación de aquella que antes odiaba y que ahora quiere.
Muchos de los momentos que las dos protagonistas pasan juntas son momentos de intimidad ya que se encuentran aisladas del mundo y pretenden demostrarnos como es la naturaleza humana es en ocasiones variable según el lugar en donde se encuentre esa persona.
La idea de que una mujer directora cuente una historia de mujeres y sobre mujeres tiende a crear confusión pues enseguida sale a la luz la etiqueta de cine feminista. Todo lo contrario pues Isabel Coixet no desea eso. En Nadie quiere la noche narra un episodio humano de superación y sacrificio personal que casualmente tiene a estas dos madres como personajes principales. Su género no tiene nada que ver, si acaso le da más valor al presuponerlas algunos de sus acompañantes como miembros débiles de la expedición. Este es el relato y homenaje a algunas almas vivas que dieron su vida por un ideal, algunas si llegaron a ver la noche en su país, otros no tuvieron esa suerte. Para todos ellos va dedicada esta película.
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