Internet y las nuevas tecnologías han permitido que accedamos cada vez a mayor información, pero también que nuestra intimidad sea cada vez más pública y los secretos más inconfesables lo sean cada vez menos. El cine, reflejo más o menos distorsionado de la realidad, nos ha enseñado cómo ha afectado a nuestra existencia diaria en cintas tan distintas como la dramática Después de Lucía o películas de terror con coartada informática como las dos partes de Eliminado.
Como los ejemplos mencionados, Nación salvaje pone su foco en el mundo adolescente, aquel que ha asimilado los dispositivos informáticos de manera más orgánica en su vida. El punto de partida es tan sencillo como efectivo: un hacker altera la rutina del pueblo de Salem cuando decide hacer públicos los secretos y mentiras que albergan en sus ordenadores y teléfonos móviles los vecinos del lugar. Una joven de la localidad y sus tres amigas aparecerán ante la opinión pública como las principales responsables.
El director Sam Levinson, hijo del firmante de Rain Man y responsable de la poco conocida Another Happy Day, muestra la vida de las chicas y el revuelo que provoca en la población las escandalosas revelaciones con una estética que mezcla el videoclip y la estética chillona de algunos filtros de Instagram en un combinado que recuerda por momentos a otro retrato juvenil en tiempos de Internet: Spring Breakers, el largometraje del siempre polémico Harmony Korine.
Sin embargo, las intenciones de Levinson distan de ser las mismas que las del autor de Gummo. Parece como si el director norteamericano quisiera realizar con Nación salvajeuna versión libre y actualizada de Las brujas de Salem, la inmortal obra de Arthur Miller que fue llevada al cine por Nicholas Hytner con el título de El crisol. No es casual que ambos trabajos tengan lugar en la misma localidad de Massachusetts y las dos denuncien la falsa moral y el profundo machismo de una sociedad que busca chivos expiatorios para intentar justificar sus propios pecados. A la vez, el filme muestra que internet se haya convertido en el lugar ideal para que los rumores sean considerados como verdad sin ser contrastados mínimamente. La cinta deja patente, además, que la ideología más pacata y puritana, más propia del siglo XVII, sigue imperando en el tecnológico segundo milenio.
Lástima que el tono gore y algo facilón del desenlace de Nación salvaje desluzca un tanto una película que analiza de manera bastante certera los tiempos extraños que nos ha tocado vivir.