El biopic es un subgénero cinematográfico salido del drama que triunfa año tras año y que es más o menos importante según quien sea el personaje del que trate. Su misión es sacar a la luz todos aquellos aspectos más desconocidos de él para conocimiento del gran público. Dar a conocer la verdad sobre la vida y milagros de algunos de los personajes más famosos que ha parido este mundo, en este caso el de la música. El gran Miles Davis, un genial trompetista de la segunda mitad del siglo XX, no solo jugueteó con varios estilos, entre ellos el jazz, sino que creo uno propio muy personal e identificable. Don Cheadle, el War Machine de Iron Man, dirige y protagoniza Miles Ahead, una biografía musical agarrando la trompeta y no soltándola en los 100 minutos que dura el film tanto en la privacidad de su casa ensayando con su banda como en los conciertos al abrigo de los focos bajo la atenta mirada de su futura exmujer.
A nuestro amigo le interesa principalmente el periodo que pasó el maestro en el dique seco, cuando peor le iban las cosas, cuando la crisis de ideas le apartó de Columbia Records. Fueron años duros en la década de los 70 en los que se dejó llevar y coqueteó con las drogas y el alcohol cayendo en un pozo profundo del cual solo vio la luz tiempo después cuando compuso algo nuevo y rompedor. Es ahí cuando aparece en escena Dave Braden, nuestro Ewan Mc Gregor, quien interpretando a un periodista de la revista Rolling Stone, se atreve a colarse en su casa y vida buscando una noticia que rescatara del ostracismo al gran Miles, buscando conocer al hombre y también al mito. Los dos buscarán por la ciudad una cinta grabada y robada con paradas intermedias en algún club de jazz, despachos de discográficas, hogares de camellos y traficantes de medio pelo o locales donde se celebran veladas de boxeo. Entre medias se recordará pasajes de su vida pasada en donde fue feliz con su querida Frances, una bailarina que lo adoraba y que lo abandonó tras un episodio de locura transitoria y momentos que definieron un carácter tan particular y complicado como por ejemplo un encuentro con la policía que acabó con sus huesos en una celda. Esa mezcla de realidad presente y pasado algo fantástico es quizás lo que más sobresalga en una película que a veces roza la acción y la aventura con peleas y persecuciones a golpe de pistola apartándose del drama musical en que se presupone que está encuadrado. No hay que olvidar que una grave enfermedad degenerativa de la cadera obsequió a Davis con una cojera que agrió su personalidad y lo aisló aun más del resto de la gente. Un moderno Scrooge al que pocos han visto salir de su casa.
Aunque no seamos fieles fans o seguidores de este músico eso no importa. En Miles Ahead no nos van a saturar con largas canciones ni con conciertos eternos. Importa muchísimo más su vida, todo lo que en cierta manera plasmó en su obra, un fiel reflejo de todas aquellas vivencias que le marcaron. No descubriremos sus comienzos, sus primeros pasos ni acaso de donde le llegó la inspiración para amar de esa manera a su querida trompeta. Es el renacimiento del personaje lo que más valor se le da aquí, un genio dormido fuera de su lámpara que de repente despertó, la resurrección de un raro Ave Fénix.
Las frases y comentarios que salpican cada una de sus intervenciones le acercan a la leyenda con una filosofía que es diferente a todo. Un lenguaje y una personalidad extravagante que se muestra y se exterioriza en el coche que conduce, en la ropa que luce y en los mismos actos en los que él lleva la voz cantante, carentes de racionalidad, repletos de una violencia superlativa que se corresponden con las obras más viscerales e impulsivas de su repertorio. ¡Así fue el vanguardista Miles Davis! ¡Genio y figura hasta su sepultura!
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