Michael Bay, el poeta del caos

Michael Bay probablemente sea uno de los cineastas más odiados por los cinéfilos más académicos. Mayor aun es el desprecio que sienten hacia él los intelectuales con monóculo que eyaculan hacia dentro con las películas de Kiarostami y Antonioni. Por último, están los aficionados puristas que consideran que no se hace una película de acción decente desde La jungla de cristal y que la culpa de todos los males del cine que se hace hoy día son de Michael Bay.

Con mis respetos a las opiniones ajenas, todas las descritas anteriormente me parecen tremendamente equivocadas y reduccionistas. Michael Bay no es el mejor director del mundo, tal vez no tenga precisamente el don de la sutileza, puede que no haya sido tocado con la gracia de la comedia y que sus gustos signifiquen para muchos el epítome de la horterada. Pero esto no le hace merecedor de todos los desprecios que le achacan sus detractores.

Michael Bay destaca por muchas cosas y la primera de ellas es para mi una de las características más apreciadas en un director: el estilo. El estilo es una de las cualidades más difíciles de obtener ya que requiere de una personalidad propia y definida. Es esa cosa que se tiene o no se tiene, eso que te hace ver un sólo fotograma y dices «mira, una película de Michael Bay». Ya puede ser un primer plano de una lágrima cayendo o un edificio siendo partido en dos. Todo te remite a una visión única y personal.

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En segundo lugar está el caos. Muchos achacan a Bay el uso indiscriminado del montaje sin ton ni son. Obviamente, si estás subido en un meteorito y te están lloviendo rocas por todos lados pues te encuentres un poco desorientado;  que si están bombardeando tu portaaviones de repente pues te lías y no sabes para donde ir; y que si tienes a tu alrededor a cuatro robots de 25 metros de alto dándose de mamporros pues todo se líe un poquito. Creo que se me entiende por donde voy, ¿no? Bay le habla a una generación que es capaz de procesar planos de 10 fotogramas por segundo sin pestañear y ellos entienden por qué hace eso: por que es necesario para lo que está contando. Cuando hace falta, bien que se para en el abrazo de un padre a su hija, en la desesperación de un hombre que sabe que el fin del mundo está cerca, en la mirada de un general que se siente traicionado por su propio pais. El caos como herramienta narrativa como nadie lo había usado antes.

Por último, está la belleza y la poesía. Como decía antes la sutileza no es una cualidad del amigo Michael que se esfuerza en que todos y cada uno de sus planos tengan una magnificencia que no discrimina lo importante de lo accesorio. Un lirismo hipnótico reflejado en una niña que ve a un robot saliendo de su piscina, en un niño que tira una pelota de beisbol mientras unos aviones sobrevuelan su campo, en un Will Smith corriendo a cámara lenta parcialmente descamisado, en la sublime mirada al cielo de una Liv Tyler consciente de que puede que no vuelva a ver a los hombres que ama. Es una belleza vehemente, adolescente, descarada y autoconsciente. Pero es su belleza. Y además rodada por él. No es habitual ver a un director de su categoría con la cámara a cuestas. A él si.

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No os aburro más que a este paso me van a sacar en Cultureta Watch y os dejo con un vídeo que he editado donde en 90 segundos podréis ver de lo que hablo. Ni que decir tiene que el miércoles estaré el primero en el cine para ver Transformers: El lado oscuro de la luna.

Homenaje de Cine en Serio a Michael Bay from devuelta on Vimeo.

15 comments
  1. Excelente post.
    Yo creo que debo estar más cerca del aficionado nostálgico de La Jungla… porque es verdad que Bay no suele dar en el clavo conmigo. Hay excepciones, claro está, pero me parece que se pasa un huevo.
    El montaje que te has currado, molón, si señor.

    1. «los intelectuales con monóculo que eyaculan hacia dentro con las películas de Kiarostami y Antonioni.» Lo siento, pero no vas a escribir una frase mejor que ésta en toda tu vida.

      Enorme post. Standing ovation.

  2. 155 minutos de película y… estamos esperando la crítica. 155 minutos de palomitas, de aire acondicionado de tías buenas y sopapos robóticos mientras el resto del país agoniza en sudores cohinos.

    Contadnos esa experiencia visual para no tener excusas para ser arrastrados al cine por nuestros niños o por el que le queda a uno dentro.

  3. Pingback: Cine en serio

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