Tengo que reconocerlo. Me encanta el cine de Alex de la Iglesia. Siento debilidad por la manera que tiene de contar sus historias. Comencé a admirarlo con El día de la bestia y desde entonces no me pierdo ninguno de sus estrenos. Mi gran noche comparte con todas las películas de su filmografía una serie de características que hacen de este director alguien muy diferente al resto.
En todos sus films el reparto nunca es escogido al azar, desfilando por la gran pantalla algunos de los rostros más conocidos e importantes de nuestro cine, teatro y televisión repitiendo participación en diferentes películas. Algunos otros son una novedad como el caso del cantante Raphael que vuelve a aparecer en nuestros cines después estar desaparecido una larguísima temporada. Esta vez se interpreta a si mismo caricaturizando su imagen hasta límites exagerados lo que provocará más de una carcajada. No puede faltar su actriz fetiche, la gran Carolina Bang, actual esposa del director en la vida real, en un papel que le va como anillo al dedo manteniendo una lucha sin cuartel con su compañero Hugo Silva para conseguir las mejores frases del programa en el que participan como presentadores. El actor madrileño ya había trabajado con Alex de la Iglesia en Las brujas de Zugarramurdi precisamente al lado de otros actores como Pepón Nieto, la propia Carolina Bang, la siempre impresionante y terrorífica Terele Pávez o el joven Mario Casas que aquí borda su papel de estrella de la canción latina para deleite de sus admiradoras jovencitas carpeteras.
Mi gran noche no son solo un montón de caras reconocibles por el gran público. A través de sus historias, todas ellas narradas en el plató donde se graba un eterno programa especial de nochevieja, se nos mostrará con todo lujo de detalles el esqueleto de uno de los estudios de televisión donde tienen lugar estas curiosas sesiones maratonianas incluyéndose algunos recintos tan privados como los camerinos. Entre estas historias encontraremos la de una desgraciada y hermosa joven que es un imán para la mala suerte, la del director del programa que amenaza con huir con una gran suma de dinero robada a la cadena, un representante que lucha por salvaguardar la reputación de su cliente, un asesino perturbado con la malsana obsesión de hacer desaparecer de este mundo a su cantante favorito y muchas otras que descubriremos en cuanto comience el espectáculo. Será entonces cuando la acción cobrará sentido al correr ante nuestros ojos a velocidad terminal una interminable sucesión de escenas a cada cual más importante. Uno no puede dejar de mirar a la pantalla ni un solo instante pues si descuidamos nuestra atención un solo segundo podemos haber perdido una valiosa información. Alex de la Iglesia maneja este recurso a la perfección siempre aportando un tono cómico a este ritmo tan vertiginoso de contar cosas. Tenemos como ejemplo el caos que en algunos momentos se desata en el interior de los estudios, alguno que recuerda a películas como Indiana Jones y el templo maldito del genio Spielberg o en el exterior con la siempre presencia policial. No puede faltar en esta locura el momento de peligro que sufren uno o más actores y actrices en equilibrio sobre algún elemento en altura.
La música tiene una importancia capital en la película casi siempre presentada a través de las diferentes actuaciones que se suceden en el programa de variedades incluyendo algunas de las canciones más conocidas del maestro Rafael o una versión libre del éxito de Chayanne titulado Torero todas ellas acompañadas de una cuidada coreografía y un importante cuerpo de baile.
Sin duda estamos ante la película española cómica más importante del año a la que solo creo que podrá derrotarla en las taquillas la secuela de Ocho apellidos vascos el mes que viene. Un duelo de titanes que no tiene un claro ganador ¿Quién saldrá triunfadora? El tiempo lo dirá.
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