Por fin alguien se decidió a poner pasta en hacer algo en condiciones con un personaje de la Marvel. Todo vino un poco del talento de un joven guionsta llamado David S. Goyer, aficionado a los comics y que venía de curtirse en la serie B con títulos como Kickboxer II, El Cuervo 2 y la ya mencionada Nick Furia: Agente de SHIELD. Ese mismo año colaboró también en la escritura de una de las obras maestras del cine de ciencia ficción de fin de siglo: Dark City.
A pesar de que la intención de Goyer era dirigirla él mismo, al estudio New Line no le pareció buena día confiar el presupuesto de 45 millones de dólares a un novato. Para tomar las riendas acudieron a Stephen Norrington un joven londinense procedente del mundo de los efectos especiales (Aliens, Alien3) y director de una extraña película de terror llamada Death Machine que algún día reseñaremos. Ahora solo faltaba buscar al actor que encarnase a Blade, el vampiro inmune a la luz. Tres actores fueron las únicas opciones de la productora: Denzel Washington, Laurence Fishburne y Wesley Snipes, las tres mayores estrellas negras del momento. Cuesta entender que Snipes no fuese la única elección posible, pero bueno.
Hay que mencionar que Blade es anterior a todo el auge del mundo de los vampiros que vivimos en estos momentos, que las peleas tipo artes marciales y el rollo cool no los inventaron Matrix. Tampoco es que Blade fuese el colmo de la originalidad pero terminó siendo una película muy efectiva debido al carisma de Snipes y a un actractivo Stephen Dorff que hizo de su lasciva maldad una seña de identidad. Además vista con el tiempo no es una película que haya envejecido del todo mal si no tenemos en cuenta sus pedestres efectos especiales frutos de la época y de que, a pesar de lo anteriormente mencionado, tampoco era un cosa con un presupuesto desorbitado.
De todos modos, Blade nunca fue un superhéroe al uso ni formaba parte del canon marvelita de personajes clásicos. En cierto modo sentó la base para un cierto tipo de cine de acción con un punto fantasioso al que el público no estaba acostumbrado.
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