Los fans de la música indie de los ya lejanos noventa recordarán a Diariu, peculiar proyecto musical formado por Ramón Lluís Bande y Nacho Vegas. Aunque aquel peculiar dúo solamente dio a luz un par de trabajos discográficos, sus dos componentes han seguido colaborando juntos. Bande ha dirigido varios videoclips de su antiguo compañero y es el autor de El fulgor, documental que mostraba la canción del mismo nombre del cantautor asturiano.
Los dos artistas comparten, además, su profunda implicación política con la causa de la izquierda. Vegas lo ha dejado bastante claro en muchas letras de sus canciones, mientras que el cineasta ha expresado su compromiso en sus obras como escritor y realizador. Especialmente relevantes a este respecto resultan los documentales Equí y n’otru tiempu, El nome de los árboles y Escoréu, 24 de diciembre de 1937, cintas que abordan asuntos tan espinosos como las víctimas de la represión franquista y los maquis en la región de Asturias.
Con estos antecedentes, Cantares de una revolución, su nueva colaboración juntos, solamente podía ser un documental militante que aborda la revolución obrera de 1934 en la tierra natal de sus dos máximos responsables. Considerada como un antecedente de la Guerra Civil, este particular hecho no cuenta con demasiado material de archivo como para crear un documental más o menos clásico. Bande solucionan el principal escollo acudiendo a la reinterpretación de canciones populares de la época por parte del autor de El hombre que casi conoció Michi Panero, visitando algunos escenarios de la sublevación, leyendo las palabras de aquellos que fueron represaliados por participar en la revuelta y acudiendo a los testimonios de Belarmino Tomás, el presidente del Tercer Comité Revolucionario, a los que pone voz, con su particular deje melancólico, el siempre intenso Nacho Vegas.
El resultado es un obra de extraño ascetismo que rellena un hueco dentro de aquellas cintas comprometidas con la denominada memoria histórica de nuestro país. Alguno acusarán a este trabajo de poco objetivo, aunque nadie le pueda achacar su extrema honestidad. Sus dos máximos responsables tienen claro que quieren dar voz a todos aquellos que se sublevaron y componen un canto elegiaco, repleto de planos fijos de bella desnudez, al valor de unos hombres que llegaron a dar su vida por la causa en la que creían y que fue duramente reprimida por unas fuerzas del orden que ya dieron muestras de la extrema crueldad que exhibirían solamente unos pocos años más tarde.