Hay que reconocer que algo está cambiando en Disney. Tras la sorpresa que supuso el enfoque sexual de Frozen ahora nos presentan el punto de vista, lleno de complejidad, del personaje malvado de un cuento tan conocido como La bella durmiente. Obviamente la operación tiene truco y aquí la cosa consiste en conocer por qué este personaje es maligno, entender por qué hace lo que hace y ver como evolucionan sus movimientos desde la bondad a la maldad y viceversa. En este sentido, Maléfica huye de la unidimensionalidad de un ser simplemente malo para componer un personaje complejo, lleno de matices y con el que incluso uno se puede identificar en sus ataques de rabia.
Pero lo que más llama la atención de Maléfica es su crudeza teniendo en cuenta que es una película orientada a todos los públicos. Incluso la propia Angelina Jolie ha reconocido que uno de los principales puntos de la trama hace referencia a un concepto tan poco familiar como es una violación. Por eso no es de extrañar que muchos de los momentos oscuros de la película puedan provocar más de una pesadilla a los pequeños poco habituados a tanta intensidad. Aunque tal vez seamos los mayores los que nos escandalizamos más y los niños vean esa maldad con algo más de naturalidad. Que quizá somos nosotros, los padres, los engañados por Disney durante mucho tiempo.
Angelina Jolie es Maléfica y acaba siendo uno de esos personajes que le acompañará para siempre. La actriz presta su presencia para dotar de humanidad, verdad y dolor a un personaje que en manos de otras podría haber desembocado en caricatura. Por su parte el novato Robert Stromberg, antiguo decorador de películas como Alicia en el país de las maravillas y Avatar, abusa en ciertos momentos de una irrealidad digital que provoca cierto rechazo, sobre todo en la representación de las hadas madrinas, todo un prodigio de mal rollo en el mal sentido.
Obviamente el mayor punto en común que podemos ver en películas como Frozen, Brave y Maléfica es que son tres películas escritas e interpretadas por mujeres, en las que los hombres tienen papeles secundarios y que, aunque relevantes dentro de las acciones que conforman la trama, no suponen un sol para los satélites femeninos. Poco a poco, las cosas van cambiando en una casa que durante mucho tiempo fue estandarte de una feminidad mal entendida, donde las niñas sólo veían la salvación con la llegada del príncipe.
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