La reseña de esta semana es algo especial. Probablemente si me planteasen la pregunta de con que persona querría cenar si tuviese la oportunidad la respuesta sería casi instantánea, Stanley Kubrick. Tenía claro que poco más me podría resistir a hacer una reseña de este gran director, y tras darle muchas vueltas al asunto he decidido no comentar mi película favorita, pero si una de las que más me impactó, Lolita.
Kubrick, en mi opinión, es uno de los directores de cine más visionarios de todos los tiempos, lo odias o lo amas, pero si lo amas adoras cada uno de sus trabajos y el gran talento que se respira en cada plano. A pesar de que esta no es su gran obra maestra en cuanto a técnica se refiere, además de que se trata de una adaptación del libro de Vladimir Nabokov, me parece de ser todo un valiente enfrentarse a realizar una adaptación de una historia tan intensa y delicada como es la de Lolita.
Lo que más me llamó la atención de esta película es el enorme trabajo de acting por parte de los actores, y puede que esto sorprenda a algunos cinéfilos que hayan visto la película pero, sin duda, mi interpretación favorita es la de Shelley Winters. Lolita es una historia transgresora pero tratada por parte del director con una sutileza que la hace incluso elegante, con esa escena en la que James Mason le pinta las uñas de los pies a Sue Lyon, delicada pero al mismo tiempo turbia y algo perturbadora.
Este filme, como he destacado antes, no destaca especialmente por sus trabajadísimos planos y su elaborada composición, además se aleja del estilo del director al que nos tiene acostumbrados, pero con tan solo una mirada o un gesto, los actores son capaces de transmitir todas las emociones que ellos mismos están sintiendo, angustia, miedo y al mismo tiempo esa obsesiva pasión tan tóxica que llegan a sentir el uno por el otro.
Podría seguir durante horas hablando de la increíble experiencia que supone ponerte una película de Kubrick, es esa clase de director que yo siempre comparo con el típico libro que de repente sin darte cuenta, te ha abierto las puertas a un mundo que desconocías. Pero, como suelen decir, “una imagen vale más que mil palabras”, así que no lo pienses más y abre el navegador que más a mano tengas para adentrarte en el loco mundo de Kubrick, y que mejor forma de empezar que con una historia rompedora pero dirigida con una enrome delicadeza y elegancia.
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