El miedo a ver Logan es más que lógico: FOX ya nos ha colado dos películas del mutante de una calidad, digamos, cuestionable, y la saga de ‘X-Men’ no está pasando por su mejor momento (más concretamente, parece uno de esos tebeos escritos por un guionista que ni conoce la serie y que vas a dejar de comprar porque no te aporta nada). Pero parece que alguien en la productora ha tenido al fin algo de cabeza y, tras el éxito de Deadpool, ha centrado el devenir de la saga en los creadores. En televisión, ‘Legion’ está triunfando gracias al saber hacer de Noah Hawley (‘Fargo’) y en cine han decidido no interponerse en el camino de James Mangold, que filma no solo su mejor película, sino un nuevo hito en el cine de superhéroes, una película sobresaliente que no dejará a nadie indiferente.
Si esperas más de lo mismo que en la saga ‘X-Men’, es mejor que no pagues tu entrada. Aquí no hay un grupo de jóvenes mutantes con diferentes poderes envueltos en peleas supuestamente espectaculares que, a estas alturas, se hacen repetitivas. Aquí no hay chistes metidos con calzador, tratando de que sean tan orgánicos como en las películas producidas por Marvel. Aquí no hay ni escenas de acción repletas de evidentes efectos especiales, ni resurrecciones por sorpresa, ni personajes mal llevados. Logan es una película directa, árida, seria, cruel. No está dispuesta a hacer concesiones a nadie, y cada escena de acción parece un desafío ante la muerte en lugar de un paseo por el parque con la pandilla.
Me niego a contar la trama de la película. Basta con saber que presenta a un Logan muy mayor en un futuro distópico en el que los únicos mutantes que quedan vivos son Calibán, el Profesor-X y el propio Logan, que deben luchar por proteger a la primera mutante que ha aparecido en la tierra en años, Laura (que los más marvelitas identificarán pronto como X-23). Esta trama, sencilla en apariencia, explora el mundo de las relaciones paternofiliales, habla del miedo a la muerte, de la valentía, del amor, de la importancia de dejar nuestra impronta en este mundo, de la esperanza, del futuro, de la maldad del ser humano, del racismo y del miedo al diferente. Y todo ello sin dejar de ser una película de superhéroes. Vosotros diréis si nos encontramos ante una de las películas del año o no.
Uno de los mayores problemas que muchos nos encontramos a la hora de valorar los ‘Batman’ de Christopher Nolan (o el actual universo DC) es la innecesaria necesidad de crear un ambiente oscuro para aparentar madurez. Tanta seriedad, tanta cara larga y tanta música solemne parece responder más a un interés por parecer adultos de forma forzada que a una necesidad de la trama. Logan no cae en este truco: Es una película seria porque tiene que ser seria. Porque no se está enfrentando a Dientes de Sable otra vez, ni pegándose con el villano de turno: Es una lucha por la supervivencia en el ocaso de su vida. Y, en el fin de los tiempos (o de tus tiempos, al menos), la tristeza lo inunda todo. Pese a todo, no es una película oscura: transcurre, en su gran mayoría, a plena luz del sol, y eso no le quita ni un poquito de melancolía. Que aprendan otros.
Eso no significa que Lobezno deje de ser el mismo que conocemos del resto de la saga, pero, en este caso, se ajusta más a la personalidad de los tebeos, tanto en la etapa clásica como en la de ‘Old Man Logan’: Lobezno no entiende de ironías. Es el mejor en lo que hace, y lo que hace no es agradable: Tiene que tomar decisiones muy duras y enfrentarse a una soledad que antes abrazaba y ahora se le hace inaguantable. Lobezno es aquí un héroe trágico, desolador, que se niega a volver a sentir nada por nadie porque no quiere que le vuelvan a hacer daño y, al mismo tiempo, al que vemos sentir amor por primera vez. No es solo la mejor adaptación cinematográfica de Lobezno: Además, es una de las mejores interpretaciones de Hugh Jackman en toda su carrera.
Pero si Lobezno es un personaje repleto de matices, no lo son menos sus compañeros. El Profesor X, ya en sus noventa años, comienza la película tomando pastillas que le aíslan del resto del mundo y de sus propios recuerdos (por su propio bien), y a lo largo de la película luchará por encontrar la redención que tanto busca. Patrick Stewart realiza una actuación magistral, demostrando una vez más su talento, algo que, aunque a estas alturas no sorprende, siempre deberíamos aplaudir. Por su parte, X-23 no desentona en la trama en absoluto y está interpretada con increíble naturalidad por Dafne Keen, una recién llegada a la que pudimos ver en la serie española ‘Refugiados’ y a la que, después de este papel, debería esperarle una carrera llena de éxitos.
Si hay algo que resulta fascinante en Logan a nivel de guión es la evolución de los personajes: Laura, Lobezno, el Profesor-X e incluso Calibán tienen su propio arco argumental, en el que descubren cosas sobre sí mismos (aunque se obliguen a negarlas): El amor fraternal, la esperanza y la culpa se mezclan en una perfecta trama que, no por ser más pausada que otras películas del género, es menos interesante o más aburrida. Al contrario: Todos los momentos de tranquilidad llevan a momentos impactantes, son importantes por algún motivo y saben avanzar al mismo tiempo tanto la historia como la personalidad de los personajes. No cabe duda: El guión es una maravilla.
Pero la dirección no se queda atrás: Desde el primer momento en el que Logan saca sus garras, apareciendo lentamente, a medias y ensangrentadas, como si hacer algo tan natural para él fuera un castigo, Mangold maneja la cámara con la sobriedad adecuada y la espectacularidad justa: No es fácil hacer que un combate sea digno de ver y tenga momentos llenos de acción y, al mismo tiempo, parezca tener el mismo ambiente crepuscular que el resto de la película. Los momentos magníficos se cuentan por decenas. Tantos, que si hubiera que contar los diez mejores momentos de la saga ‘X-Men’, al menos nueve pertenecerían a Logan sin duda alguna. Solo el plano final de la película ya se come con ganas a las dos últimas películas de la saga.
No es fácil hacer una película de superhéroes que pretenda ser más que una película de superhéroes, porque se corre el peligro de caer en lo pedante, en subrayar demasiado la tesis principal o en exagerar la seriedad para hacer que parezca una obra mucho más adulta, como teniendo complejos sobre el género que intentas revolucionar. Logan pasa con nota por todos los problemas que podría acarrear una película de este estilo: Es sutil, pero también trascendente. No intenta ser más de lo que es: Simplemente, no puede (ni debe) ser de otra forma, en parte gracias a que los directivos de FOX hicieron lo correcto en este caso: Echarse a un lado y dejar que el director hiciera lo que le diera la gana. El resultado es prácticamente inmejorable: Es una película que no rechaza el género superheroico, pero tampoco lo sublima e idealiza, mostrando la cara B que hasta ahora nadie había plasmado en celuloide.
Sí, hay momentos puntuales donde la película aprieta el freno un poco más de lo debido, y otros en los que trata de ser más espectacular de lo que debería, pero, como espectador, nos da un poco igual. Lo que nos está mostrando esta casi perfecta mezcla entre western y película de superhéroes, es tan bella que se pueden obviar sus pocos fallos. Y es que, por primera vez desde que empezó ‘X-Men’, no vemos a Lobezno en la gran pantalla. Vemos a la persona detrás del traje. Una persona cansada, harta de vivir con la culpa y con la responsabilidad, pero que no puede evitar ser el mejor en lo que hace.
Antes del último fotograma de la película, el espectador habrá dejado de ver a Lobezno. Habrá descubierto, al fin, a Logan. Y solo por eso, deberías ir a verla sí o sí.
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