Lo que esconde Silver Lake es sin duda una de las grandes películas del año. David Robert Mitchell, que ya grabó su nombre en la mente de los asistentes del festival hace cuatro años con su fascinante It Follows, regresa con una cinta intrigante, excéntrica y absurda a partes iguales.
Un joven protagonizado por un brillante Andrew Garfield (que carga con todo el peso de la película sobre las espaldas) conoce a una vecina de la que rápidamente se enamora. Al día siguiente, cuando acude a su apartamento, no queda ni rastro de ella ni de sus compañeras de piso. A partir de este momento comienza una odisea de dimensiones estratosféricas en la que el pobre joven intentará resolver el misterio pero se verá envuelto en un gran cúmulo de situaciones surrealistas muy variopintas que no tienen fin. Lo que esconde Silver Lake es como un gran agujero negro que absorbe desde mil referencias cinematográficas (Hitchcock, Lynch, el cine clásico, el noir…), la cultura pop de los 70-80, el mundo de los fanzines, las preocupaciones milenials, la invasión de los medios, la falta de privacidad, los mensajes subliminales y así un enorme cúmulo de ingredientes cuyo resultado final puede parecer un total despropósito. Principalmente porque llega un punto del film en el que se te olvida por completo cual era el objetivo principal de un protagonista que se deja llevar por todos los sinsentidos que le van azotando. ¿Podríamos encontrarle un sentido a este sinsentido? ¿Tiene sentido hacerlo? Esto probablemente es a lo que se nos impulsa a pensar constantemente en la película, a generar la duda de sí todo es importante o es una absurda banalidad. El film queda preciosamente resumido con una metáfora a través de una frase que un loro siempre repite pero que nadie, ni su propietaria, consiguen descifrar.
Lo que esconde Silver Lake es una película increíblemente imaginativa y de un tono humorístico muy logrado. Una obra maestra que puede pasar desapercibida por una aparente complejidad que no existe. Simplemente es una invitación a que nos dejemos llevar por un viaje con muchas paradas que parecen de caminos distintos, donde lo importante igual no es ni el destino, ni tampoco el viaje, sino simplemente tomar la decisión de hacerlo.
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1 comment
Peliculón, rarísimo y como decís una cosa lleva a otra y en un momento no podía dejar de pensar en la sociedad y esa excesiva necesidad de buscar un sentido a absolutamente todo, en buscar coincidencia (por ejemplo en los números) algún mensaje oculto q revele algo trascendente.