Imagina por un momento que llevas 30 años casados, que tu hijo por fin se ha ido de casa y que sigues locamente enamorado de tu mujer, ¿qué harías para celebrar tu matrimonio? Exacto: pasar un romántico fin de semana en París para recordar tiempos mejores, para volver a encender la mecha de la pasión que hace tiempo que se apagó. Y eso es exactamente lo que nos cuenta la última película del director británico Roger Michell (Persuasión, Nothing Hill).
Cualquier ciudad puede ser el escenario perfecto para que una pareja se encuentre o se reencuentre (cómo olvidar la maravillosa trilogía de Linklater, cuya última parte aún estamos terminando de saborear) y quizá París, aunque nos pueda parecer tópica, ha sido el decorado perfecto para clásicos del cine como Un americano en París, Irma la dulce y más recientemente de la obra coral Paris, Je t’aime o una de las últimas locuras de Allen Midnight in Paris.
En Le Week-End, Nick y Meg son una pareja británica que busca ese fin de semana perfecto o al menos un recuerdo de lo que una vez fueron. Nick Burrows (Jim Broadbent) es un profesor universitario que va a ser pronto despedido y que sigue enamorado como el primer día de su esposa Meg (Lindsay Duncan), una hermosísima profesora de biología que está un poco harta de la dependencia de su marido y ávida de dar un giro a su vida. ¿Y si vendemos nuestra casa y compramos un pequeño apartamento en París? comentan en un momento de la película. En la vida real, por desgracia, las locuras como esas no ocurren.
¿Qué es lo que hace funcionar un matrimonio todo ese tiempo? ¿Qué rol tiene que adoptar cada uno después de que los hijos se hayan ido de casa y la carrera profesional parece que va a terminarse? ¿Hay solo un alma gemela? ¿Cuál es el secreto de la felicidad? Son algunas de las preguntas que plantea la película y aunque algunos de estos interrogantes ya los pudimos ver en Antes del anochecer, a diferencia de la pareja de Céline y Jesse, Meg y Nick tendrán que pelearse un poco más para encontrar el punto exacto de su relación.
Después de las mediocres Morning Glory y Hyde Park on Hudson Roger Michell nos ofrece una esperanzadora película donde nos vuelve a mostrar situaciones cotidianas de la vida con un tono distendido y que nos harán reír a veces y a veces suspirar viéndonos a nosotros mismos en cualquiera de esas situaciones.
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