Una película es una obra que hay que engrasar, pulir y mejorar en cada paso del proceso para ofrecer lo mejor que podamos hacer a nuestros espectadores. Larga vida y prosperidad nace de esa idea, con un argumento lo suficientemente potente como para llamar la atención y enganchar a la audiencia. Tanto es así, que la estructura, el guión y la dirección se descuidan por completo esperando que el espectador siga comprando el argumento. Dicho de otra manera: si esta película hubiera sido moldeada, perfeccionada y pulida, ahora estaríamos hablando de una obra muy interesante. En su lugar, tenemos una absoluta nadería que ni ofende, ni apasiona.
Forma parte de la nueva ola de “autismo cuqui” que llena las pantallas de un tiempo a esta parte. Su protagonista, Wendy, es una autista que trabaja en una tienda de rollitos de canela y es fan de Star Trek, hasta el punto que escribe un guión de más de 400 páginas para un concurso, que necesita enviar a Paramount Pictures. Para ello, y tras la negativa de su hermana Audrey a que conozca a su sobrina, decide emprender un viaje desde San Francisco hasta Los Angeles para dar el guión en mano.
Larga vida y prosperidad araña temas que sí son interesantes, como la identificación de Wendy con el doctor Señor Spock o las dificultades para confiar en alguien que te hizo daño anteriormente, pero se ven tapadas por otro argumento más simple: el de la autista que consigue hacerse valer por sí misma y logra escapar de decenas de situaciones peligrosas airadamente y evolucionando por el camino. Wendy es al autismo lo que Sheldon Cooper al Asperger: una versión acaramelada de la enfermedad el trastorno para que ningún espectador se asuste demasiado.
No todo son críticas negativas hacia la película: Dakota Fanning (la actriz que a los siete años ya fue nominada al SAG por Yo soy Sam y que lleva desde 2012 sin participar en blockbusters tras su aparición en la saga Crepúsculo) hace un papel excelente con el guión que tiene, mientras que tanto Toni Collette como Alice Eve (que curiosamente apareció en Star Trek: En la Oscuridad) cumplen más que de sobra. El colofón interpretativo le pone Patton Oswalt, al que siempre es un placer ver en la gran pantalla.
Larga vida y prosperidad falla a la hora de entablar las bases de la película y conservarlas durante el resto de la misma. Por ejemplo, Wendy está obsesionada con un cuaderno en el que apunta todo lo que le sucede, algo que queda en anécdota hasta que, a mitad de película, se muestra como algo vital para ella. Esta inconsistencia también ocurre con su perro (que se come cada plano en el que sale) o los motivos por los que hace el guión (a ratos por el dinero, a ratos porque cree que eso le hará ver a su sobrina), entre otros elementos del film.
Esta película cree que la evolución de personajes es, simplemente, negar su personalidad o cambiarla por otra diferente, hasta un punto que resulta francamente grotesco. En el primer acto, Wendy se calma al repetirse el mantra “Please stand by”, que le hace sobrellevar situaciones complejas, como cruzar un paso de peatones al que no está acostumbrada. En el tercer acto, tan solo dos días después del inicio del filme, ya es capaz de vacilar a gente sin ningún tipo de reparo o dormir en la calle de una ciudad desconocida, olvidando el mantra (que, por cierto, da título a la película en su versión original) y cambiando por completo su forma de actuar.
Al final, Larga vida y prosperidad tiene aires de aventurilla inofensiva cuando podría haber sido algo mucho más interesante. Sí, emociona a ratos, pero el guión es tan simple y poco trabajado que cualquiera diría que no ha pasado de la segunda revisión, la dirección no se arriesga y tan solo las interpretaciones y el montaje hacen que no se olvide en el segundo mismo que pisamos la calle.
¡Ah! Seguro que os estáis preguntando si los fans de Star Trek saldrán satisfechos. Tengo mis dudas, pero habrá detalles que, como poco, les gustarán, como una conversación en klingon que –no me cabe duda- es totalmente fiel a la realidad. Para fans de las fábulas y cuentos sencillitos que desde el principio sabes que van a acabar bien.