El ministerio del hierro, de J.P Sniadecki, se ha alzado con el premio a mejor película en la presente edición del Festival de Cine Independiente de Barcelona L’Alternativa. Algo que no resulta demasiado extraño puesto que el film reúne una serie de características innovadoras desde un punto de vista tanto formal como narrativo. El ministerio del hierro es un documental rodado durante tres años en el interior de los trenes que circulan por China. Sniadecki, consigue sin salir en ningún momento al exterior, retratar todo un país, desde las diferentes clases sociales que lo componen, desde las preocupaciones de los ciudadanos, desde sus trabajos, sus sueños, sus opiniones, su forma de pensar y sobre todo de vivir.
La principal sensación que transmite El ministerio del hierro es de asfixia a través de planos cerrados e incomodos donde la carne de los pasajeros que abundan en el tren se fusiona con el hierro y el metal de los vagones. De alguna manera es como si los trenes fueran una masa orgánica Cronenbergiana, capaz de pensar por sí misma, pero con el valor añadido de que las sensaciones que transmiten son reales y verídicas.
El ministerio del hierro puede dividirse en tres partes. Una primera en la que la cámara observa desde la distancia, analiza el comportamiento de los viajeros, se introduce en sus quehaceres e intenta introducirse en sus cabezas para averiguar que están pensando. Esta intención queda remarcada con la ausencia de diálogos hasta pasados veinte minutos, cuando Sniadecki decide introducirse en las conversaciones entre los diferentes tipos de pasajeros que acoge el tren. Hacia la mitad de la película nos encontramos con una segunda parte en la que la cámara ha perdido totalmente su timidez y se introduce en los vagones como si fuera un transeúnte más. Observa sin descaro e incómoda a los demás viajeros si es necesario. Por último, de una forma más reposada, estamos ante quizás una de las partes más interesantes y a la vez más decepcionantes de la película. Parte en la que la cámara, esta vez identificada claramente con la figura de Sniadecki, entrevista a los pasajeros. Esto nos permite conocer con claridad que es lo que piensan, cuáles son sus historias, que persiguen en su vida… Es la parte del film que mejor sabe construir una imagen social y política de China pero la forma en que lo hace es quizás demasiado evidente y previsible.
Horas y horas de material rodadas durante tres años quedan depuradas y reducidas al mínimo en una película que consigue a la perfección lo que busca: retratar un país a través de las personas que lo componen. Para ello se vale de un sitio claustrofóbico, donde poder forzar la mirada y observar sin ningún tipo de filtros como es uno de los países más grandes e importantes del mundo.
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