Dudo que alguna vez se vuelva a repetir en mucho tiempo una ovación tan larga y sentida tras una proyección en el festival Alternativa como la que se llevó El silencio de otros. No es para menos, teniendo en cuenta que es uno de los documentales españoles más necesarios y de obligatoria visualización. Almudena Carracedo y Robert Bahar tras un duro trabajo de siete años de rodaje consiguen visibilizar los rostros de las víctimas del franquismo. El silencio de otros más que un documental debería entenderse como un arma política con la que luchar contra las injusticias vividas y arrastradas desde entonces. Como dijo la hermana de Salvador Puig Antich en el coloquio posterior al documental, hemos estado esperando durante ochenta años a que media España reconozca las barbaries que el régimen franquista realizó y continuamos esperando.
Probablemente uno de los retos más importantes al que ha tenido que enfrentarse El silencio de otros ha sido al propio montaje de la pieza. Tantos años de seguimiento de un proceso, tantas victimas y testimonios retratados producen una cantidad de metraje increíble a la que poner orden. El documental se agarra a un pilar para organizar todo, ese pilar es la ley de amnistía o comúnmente conocida como la ley de olvido. Una ley pactada en la transición a la democracia en la que se proponía a olvidar todos los crímenes cometidos durante el franquismo y empezar de nuevo. Obviamente las victimas no han podido olvidarlo, miles de personas continúan con sus familiares en fosas comunes o con las secuelas de las horribles torturas que padecieron. Sin embargo esta ley les dejaba impotentes y les obligaba a cargar la injusticia sobre sus espaldas. Hasta que desde Argentina se empezó a querellar los crímenes contra la humanidad cometidos. Sin embargo esto no ha hecho más que empezar y solo se han caminado unos pocos pasos hacia la justicia.
El silencio de otros es un documental convencional, muchas veces más cerca del reportaje que de lo creativo. Sin embargo se entiende perfectamente el tono con el que trabaja con el fin de llegar al mayor público posible. Pocos documentales son tan necesarios y obligados de ver como este. Por su contenido y por la forma en la que está ordenado. Debería verse en los cines, las escuelas y el trabajo hasta que no quedase nadie por verlo. Es la única forma con la que podremos aprender del pasado y ponerle una solución al presente.