A mí con la muerte me pasa que no me la creo porque, seamos honestos, ¿cuántos de nosotros se ha muerto? Puede que uno o dos, porque tampoco me gusta a mí poner de mentiroso a nadie, y ese poner en duda sirve para no equivocarse nunca. Así, que en este galimatías, lo que yo decía. La muerte no me la creo mucho. Más bien poco. José Luis Cuerda encaja dentro de esas muertes que no me voy a creer nunca.
Damos un salto hacia el año 2085. Es navidad y en la típica partida de Trivial que jugamos todos los años con un juego que se compró en 2006, nos preguntan cuál es el director de Amanece que no es poco. Allí cobijados del calor, el cambio climático ya ha hecho mella, alguien acierta la pregunta y yo responderé : «y ahí sigue, más vivo que la mar». Todos me mirarán raro, mientras me tomo la última bolita de coco de la cesta de navidad de la empresa de mi cuñado.
De la perdida José Luis Cuerda nace la oportunidad de poner en valor todo su legado, de difundir su palabra y de hacer llegar a los lugares más recónditos del mundo – incluyendo Alcantarilla en Murcia- todos y cada unos de sus surrealismos.
Ahora admiro a todos aquellos que se sentirán dispuestos a conocer por primera vez a este señor de Albacete que creó su propio lenguaje y una manera icónica de entender el humor, esa manera que solo algunos comprenderán, aunque tal vez, de no ser así, solo significa que no ha llegado tu momento para aceptar en tu vida ‘el cuerdismo’.
En un país tan cómico como el que nos ha tocado vivir, la muerte de Cuerda significa la aceptación total de que el humor en su vertiente surrealista, es la única manera de seguir adelante.
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Gran artículo y gran homenaje. Lo celebraré leyendo a Faulkner (al menos las dos primeras páginas).