Contemplar a un Luis XIV moribundo durante cerca de dos horas quizás no sea el plan más apetecible en los rápidos tiempos que corren. La muerte de Luis XIV no engaña ni en su título: sabemos cómo va acabar la historia y conociendo la trayectoria de Albert Serra podemos estar seguros que el resultado estará fuera de lo común.
Durante los últimos días de Luis XIV, el Rey Sol vio como no solo moría él sino que ante su falta se avecinaba el declive de su imperio. Así, Serra hace una película política en la que el tema del poder y sus acólitos toma especial presencia. El séquito de médicos, funcionarios y demás personajes cerca del poderoso nos lleva a reflexionar sobre la idea que el rey es rey porque los demás se lo permiten, ahogando su mediocridad en busca de una plaza dentro de la decadente realeza.
Un impresionante Jean-Pierre Léaud impregna de patetismo y grandiosidad la figura de Luis XIV en una interpretación que va más allá del disfraz y nos muestra a un rey humano, aunque alejado de la realidad (como todos). Léaud tiene la capacidad de abrumar al resto de personajes con su voz y presencia sin apenas levantarse de la cama. Todo ello acompañado de una gran belleza estética y cuidado histórico que nos hace partícipes de un momento histórico de extrema intimidad como es la muerte.
La muerte de Luis XIV es cine político en toda regla. Una película que hablando sobre un tiempo pasado también mira a nuestro presente, con la belleza y el ocaso propios del siglo XVIII pero sin olvidar que los tiempos que vivimos parecen tener también cierto poso de decadencia.
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