Hoy mismo me preguntaba una querida amiga sobre la necesidad de películas como Ben-Hur o la Heidi que nos ocupa. Sin haber visto la primera, tengo claro que la existencia de una nueva adaptación de la obra de Johanna Spyri no está de más.
No cabe duda que Heidi es un personaje que está en nuestro imaginario colectivo gracias a la labor de Hayao Miyazaki y su serie de 1974. La obra de Miyazaki ampliaba la carga dramática de la novela suiza, tradición lacrimógena que después recogerían otros mangas como Candy, Candy o Marco, de los Apeninos a los Andes. Por ello, no es de extrañar que algunos padres lleven a sus hijos a ver esta versión alemana esperando, con algo de miedo, todo aquel cúmulo de desgracias que la niña protagonista sobrellevaba con resignación y alegría.
En cambio, el director Alain Gsponer afronta la historia con optimismo, sin dejar de lado los momentos más duros, pero suavizando el drama para que no tengamos que tirar demasiado del paquete de klinex. Heidi se presenta como una película donde los temas de la amistad, el amor por la naturaleza y los prejuicios siguen presentes pero sin incidir en cargas demasiado moralistas. Gsponer aprovecha igualmente los paisajes suizos para dar a su película un aire lo menos televisivo posible aunque tampoco es que se esfuerce mucho en que esta versión no pase de lo meramente ilustrativo. Quizás hubiese sido pedirle peras al olmo esperar algo mínimamente innovador.
Está claro que lo conocedores de la obra (la novela o el manga) poco descubrirán aquí, pero aun así Heidi puede suponer un buen acercamiento a una historia donde no hay seres de fantasía ni animales hablando. Solo una niña feliz con lo poco que tiene. Y reconozcamos que hay pocos ejemplos en cartelera.