El director François Ozon ha hurgado en gran parte de su filmografía en los ámbitos más oscuros del ser humano. Lo ha hecho normalmente cayendo en todo tipo de excesos especialmente en cintas como Una nueva amiga o El amante doble. Quizá por esta razón resulte curioso que Gracias a Dios, que muestra los testimonios de varios adultos franceses que fueron objeto de abusos sexuales por parte de un religioso católico cuando eran niños, sea una película tan alejada del morbo barato, contenida y respetuosa. Ni siquiera los breves flashbacks que recrean aquellos abominables actos están mostrados de manera demasiado gráfica. Más bien podría decirse que están rodados con una cierta distancia
El realizador galo pretende reflejar en su película las formas que han tenido las víctimas de asumir las agresiones que sufrieron cuando eran pequeños. Así somos testigos de la vida de un hombre que ha formado una familia fervientemente católica; otro que ha pretendido desentenderse lo más posible de aquellos sucesos, aunque decide asumir lo que pasó en su infancia, y uno más que nunca terminó de recuperarse de lo que le sucedió tres décadas antes . Entre ellos nos encontramos a sus familiares, que reaccionan de muy diferente manera ante la denuncia que sus hijos y hermanos interponen contra aquel cura que se propasó con ellos y muchos otros cuando eran unos simples niños. En ningún momento hay excesos melodramáticos y todo se muestra sin demasiados subrayados o desmelenamientos.
Por otra parte, la crítica a la Iglesia Católica de Gracias a Dios nunca arremete contra los preceptos de la fe, aunque sí denuncia el ocultamiento y la hipocresía de unos sectores de la institución que han decidido ocultar los pecados de sus correligionarios antes que estar con las víctimas.
Quizá lo que sí haya que reprocharle a Ozon sea la manera de ordenar las historias de los protagonistas. El autor de Joven y bonita se decanta por enseñarnos cada una de las historias como si fueran casi capítulos distintos unidos por leves pasajes donde somos testigos de la acción común de todos ellos a través de la asociación La palabra liberada. También sobran algunas reiteraciones que alargan demasiado la duración de un largometraje que podría haber explicado lo mismo con algunos minutos de menos.
Por el contrario, Gracias a Dios destaca en la prodigiosa dirección de todo su reparto, que logra encarnar a cada uno de los personajes sin innecesarios histrionismos. No obstante, sería injusto no señalar la sobrecogedora encarnación que realiza Swann Arlaud de un individuo al que los abusos sexuales dejaron profundamente marcado.