Fuego en el mar es el título de una canción popular italiana que se ha oído más de una vez en una emisora de radio local en la Isla de Lampedusa. Cuenta la historia de un navío de guerra hundido en la Segunda Guerra Mundial y una noche que será recordada por el fuego, cubriendo las aguas cercanas a la isla y tiñendo el mar de rojo sangre. Ahora el tiempo ha pasado pero un nuevo desastre tiene lugar en esas mismas aguas. Desde los años 90 muchos han sido los refugiados de guerra que escapando de un país africano han perdido la vida, ahogados allí.
Esta película es un homenaje a todos ellos. Hombres, mujeres y niños que buscando un futuro lejos de su patria encuentran la muerte cerca de la isla. Su historia y su momento es este. Muy cerca, algunos habitantes isleños, siguen con sus vidas, ajenos al problema, interesados en cuestiones bastante menos importantes, como Samuele y su familia. Otros sí que conocen muy a su pesar lo que allí acontece como el médico que atiende a los heridos y embarazadas que llegan a la clínica o el submarinista que recorre el fondo marino pescando erizos de mar y ve con sus propios ojos los restos de los naufragios.
El director italiano Gianfranco Rosi no ha rodado un film documental o un drama realista, sino una mezcla de ambos, un toque de atención que busca concienciar a la opinión pública y colocar una lupa en uno de los agujeros negros dentro del mar Mediterráneo. Lo que menos nos interesa conocer son los problemas de vista del niño, sus cacerías con tirachinas o como se prepara para ser en el futuro un buen marinero. Son asuntos menores que se empequeñecen al lado de las innumerables tragedias que suceden cada día a pocos kilómetros de allí. Personas que pierden su nombre y su apellido y que se convierten en números escritos para los que los rescatan, víctimas anónimas que lejos de su tierra cantan sus aventuras y penalidades a lo Homero en esta nueva Odisea sin rima.
En Fuego en el mar no hacen falta diálogos increíbles ni conversaciones fuera de lo normal para impresionarnos o sacarnos una lagrimita. Una imagen vale más que mil palabras y aquí las hay a montones, todas ella derrochando sentimiento puro. Cine con corazón y sentido, como pocas veces se puede ver en nuestros cines.
Coincide en la cartelera con un documental conducido por el presentador de televisión Jordi Évole y su equipo de Salvados que sigue patrones similares. Tuneando un velero, el Astral, se embarcaron en una misión de salvamento de emigrantes africanos en el Mediterráneo. Todo lo que se recaude en taquilla se destinará a la ONG Proactiva Open Arms que tratará de seguir con su labor humanitaria rescatando y socorriendo a los miles de engañados viajeros que se hacinan en los dinguis o nuevas pateras.
No se puede mirar hacia otro lado, es imposible que no nos conmovamos con esas lágrimas que recorren el rostro de las mujeres que han perdido a sus seres queridos, con esos hombres empapados de gasolina o con aquellos que tiritando y medio muertos de inanición se amontonan en los barcos que les conducirán a centros especiales junto a otros muchos pobres desgraciados. Grandes olvidados por una gran mayoría de ciudadanos europeos con una venda en los ojos que solo conocen aquello que les cuentan los medios de comunicación.
Esperemos que algo se mueva y que no caiga en saco roto. El Oso de Oro de Berlín y el premio Perlas de San Sebastián deberá abrirle muchas puertas a Fuego en el mar, así como su candidatura a los Oscars del 2016.
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