El actor alcoyano Pau Durá (1972) se inicia en el largometraje con Formentera Lady , una película que merece nuestra atención. No es una obra redonda, le sobra previsibilidad y tono didáctico en una historia que quiere condensar una época o la evolución de una sociedad, pero hay voluntad de hacer por algo distinto, combinando el melodrama familiar y la crónica de una generación.
Con una ambientación precisa en la menor de las islas Pitiusas, cuenta la decadencia de Sam, un jipi septuagenario que se gana la vida tocando el banjo en un bar y (mal)vive en una casa de madera sin luz al borde de la mar. De vez en cuando sale a pescar con un amigo y se le ve feliz en un ambiente pueblerino, donde todos se conocen, al margen de que su corazón muestra signos de fatiga, lo que le lleva a ser más comedido con la marihuana. En proyecto está recomponer un grupo musical del que formó parte tiempo atrás y emprender una gira. Su vida apacible se viene abajo por una doble circunstancia: llega su hija que vive en Barcelona, le dice que tiene que ir a Francia y le deja al cuidado de Marc, su nieto de 10 años; y pierde el trabajo en el bar, que ha cerrado.
Al principio Sam no sabe qué hacer con el niño, planea endorsárselo a alguna de sus antiguas novias; también trata de que el niño se adapta a su vida noctámbula. El conflicto crece y hasta llega a llevar al niño a un internado. Pero ello distará mucho de resolver los problemas.
Formentera Lady, título de la canción de los King Crimson que sirve de homenaje a una época, tiene ternura en la historia de este abuelo que ha hecho bastión de su soledad y, al final, nada le puede satisfacer tanto como ocuparse del nieto “no deseado”. Pepe Sacristán otorga entidad y credibilidad al viejo jipi, entrañable bohemio a quien no queda más remedio que regresar al “continente” rechazado desde hace años; su historia es paradigma de cierta marginalidad buscada y opción por una “vida alternativa” que, a la larga, resulta inviable porque la soledad no le conviene a él ni su responsabilidad como abuelo se lo puede permitir. Formentera Lady no rechaza la figura del bohemio, más bien plantea la inevitabilidad de su ocaso o su transformación en aras de la familia.