EL MUSEO DE LAS MARAVILLAS (Perlas) ** ½
Nunca me ha fascinado Todd Haynes. Y no me cabe duda alguna de que la culpa es mía, y de que El museo de las maravillas (Wonderstruck) gustará a todos los que ya vienen comprados de base por el buen hacer del americano. Personalmente, no he entrado en el cuento que propone, en la atmósfera supuestamente mágica, en las felices casualidades y en las decisiones (siempre acertadas, siempre felices) que pululan por todo el metraje de El museo de las maravillas. Quiere ser una película especial, evocadora y soñadora y se queda en cursi, naïf y pretenciosa.
Eso no quiere decir que no funcione por partes: el filme cuenta paralelamente la historia de dos niños sordos que se escapan de casa en diferentes épocas (una en los años 20 y otro en los años 70), narrando la historia con diferentes artificios narrativos: la niña perdida en el Nueva York de los años 20 se presenta como un film mudo, mientras que el niño que se desgañita en el Manhattan de los años 70 se narra de una manera más convencional. La primera historia puede llegar a fascinar, la segunda, por momentos, es irritablemente inocente.
Quizá es que los que estamos vacíos de corazón no sabemos apreciar ya los cuentos infantiles y disfrutar de un argumento destinado a imberbes exclusivamente, pero la sencillez de algunos pasajes de El museo de las maravillas (donde todo se une por casualidad y sin que nadie pase ningún tipo de penuria) llega a sacar de quicio. Si planteamos que un personaje, cualquiera, de base quiere conseguir algo y tiene obstáculos por el medio que se lo impiden, en El museo de las maravillas estos obstáculos se eliminan. Todo sale bien. Los problemas son solo pequeñas pistas para que todo siga saliendo bien. Todo ello acompañado por una banda sonora exquisita, eso sí. Al resto de los compañeros críticos les ha parecido encantar, pero personalmente me quedo con la definición que la deja de “infomercial de museos de Nueva York”. Ni chicha, ni magia, ni encanto infantil, ni nada: la indiferencia hecha película.
SOLLERS POINT (Sección oficial) **
¿Sabéis las historias en las que un criminal juvenil sale de la cárcel pero es muy simpático y además rehace su vida aunque le cueste tiempo? Bueno, pues Sollers Point es eso, pero sin simpatía ni vida rehecha. Keith está vivo por estar y, aunque en una de las primeras secuencias afirma que “quiere cambiar de vida”, poco después le vemos traficando, pegando, robando y, en fin, las cosas que prometió que no iba a hacer. Como si el GTA se hubiera hecho cine de bajo presupuesto.
No es que haya una justificación dramática para este cambio: al chaval se le cruzan los cables y empieza a pelearse con todo el que le dirija la palabra. Entre medias, conocemos a decenas de personajes (la mayoría aparecerá en no más de dos escenas, mareando al espectador y haciendo que ninguno le deje poso) que nos recuerdan lo majo que es Keith, algo que, como público objetivo, no notamos en ningún momento, en uno de estos casos en los que el director se olvida de la personalidad de un personaje y deja que otros nos cuenten cómo es. En Sollers Point intentan que el matón que te pegaba en clase te caiga bien y entiendas su alma incomprendida, pero lo que terminas por entender es lo bien que hiciste en mantener las distancias con un burro como este.
EL SECRETO DE MARROWBONE (Sección Oficial) **
Soy un gran partidario de que la gente se ría de una película. Es sanísimo y divertidísimo. Eso sí, mejor si lo dejamos para el sofá de casa, las muestras de cine cutre o Twitter: empezar a reírse del final de un film en medio de un pase de prensa puede fastidiar la experiencia a alguien que realmente la esté disfrutando. Dudo mucho que sea el caso de El secreto de Marrowbone, también hay que decirlo, pero las carcajadas con los giros finales resultaron molestas y poco profesionales. Pese a las molestas risitas, la película, a ver, es insalvable. Y durante algo más de una hora la cosa promete, tanto a nivel técnico como de guión, pero claro: alguien decidió tomar la decisión argumental más rara, incomprensible y lamentable de los tiempos recientes del cine español.
El conocido como “hacer un Shyamalan” que en este caso es más parecido a “hacer una tortilla rica y que al girarla se quede aplastada en el techo y se te caiga en la cara”. A partir de que la verdad de El secreto de Marrowbone sale a la luz, toda la tensión conseguida hasta ese momento se cae por su propio peso. Un poco como en Alta tensión, de Ajá, pero con menos calidad y de forma más imperdonable. Se aprecia el intento de Mediaset por hacer otro El orfanato, pero se olvidaron de contratar a alguien que supiera dar un buen punto y final a las cosas. Técnicamente es irreprochable, y Telecinco le dará caña suficiente en televisión para que no quede otra que ir a verla, pero desde aquí os dejamos el aviso: evitadlo a toda costa. Esta historia de casas encantadas y fantasmas debería haber desaparecido cual ídem en lugar de intentar impactar de una forma ridícula, giro tras giro. Así no.
También hemos visto From where we’ve fallen, película china de Nuevos Directores complicada de entender (para la tontería de historia que es) y que apenas destaca en un par de planos que pueden motivar a seguir viéndola. Para echarse la siesta.
¡Y hoy… Haneke, Aronofsky y La llamada! Casi nada.
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