Siempre hay días en medio de un festival que son la calma en mitad de la tormenta, el ojo del huracán, la tranquilidad (que es lo que más se valora). Este fue ayer, repleto de películas simpáticas de las que habremos olvidado de aquí a un año y un par que seguiremos aplaudiendo (en cuanto nos recuerden de qué iban). ¡Ah! Y la primera película con la que las neuronas de medio patio de butaca han cogido las de Villadiego. Repasemos lo que ha dado de sí este quinto día, como siempre, de mejor a peor empezando por Pororoca de Constantin Dogioiu y Morir de Fernando Franco.
POROROCA (Sección oficial) ****
Hace un par de años, para ahuyentarme de cualquier lugar a la velocidad del rayo bastaba con decir “Y ahora, ¡una película rumana de dos horas y media!”. Sin embargo, tras el éxito rotundo de la estupenda Sieranevada el año pasado, y el aplauso general de Pororoca este, no queda sino sentarse a disfrutar de la nueva ola rumana que viene pisando con fuerza. Pororoca es un film que narra el declive familiar y personal de un padre de familia cuya hija desaparece de repente. No es una película fácil de ver, ni realiza concesiones al espectador: hay planos larguísimos, la trama avanza a pasos enanos y quizá hasta el último plano secuencia (una obra maestra en sí mismo) no nos demos cuenta de las consecuencias de lo que estábamos viendo.
Pororoca cuenta con una baza imprescindible: el protagonismo de Constantin Dogioiu, un más que posible ganador de la Concha de Plata. Dogioiu sabe dotar a su personaje de fuerza, sentimentalismo y el punto de locura y desesperación exacta en cada momento del camino. Y es que el film empieza como una agradable travesía en tren y poco a poco va descendiendo hacia los infiernos personales de su protagonista, que es incapaz de sobrellevar la pérdida familiar y busca culpables desesperadamente.
Si hay que buscar algún fallo, es inevitable que venga a la cabeza su larga duración, pero, realmente, cada minuto cuenta en esta especie de Venganza pero sin tiros ni escenas de acción. Una obra que te deja pensando en lo inútil e inevitable de las obsesiones, en los lazos familiares entre padres e hijos, en todas las preguntas sin solución que alguna vez tuvimos y en la necesidad, a veces purificadora, de las venganzas personales. Una joyita y la primera candidata seria a la Concha de Oro.
MORIR (Proyecciones especiales) *** ½
Vemos la muerte a diario en prácticamente cualquier película: ya sea un soldado enemigo que pisa una bomba o un personaje triste que decide suicidarse, es un tema tan común como el amor o el sexo. Sin embargo, pocas películas se atreven a tratar el tema de forma que ocupe todo el metraje de un film. En Morir vemos las reacciones ante la muerte segura que sufren tanto el enfermo como sus personas más cercanas. En el primer caso, un miedo transformado en agradecimiento y, a veces, mezquindad. En el segundo, un conformismo culpable que culmina en un alivio aún más culpable.
Desde el principio de Morir, su director, Fernando Franco (que ya dio drama del bueno en La herida) se decide a distinguir el Eros y el Thanatos como dos experiencias que, en su diferencia de base, terminan tocándose. Para ello, se apoya en Marian Álvarez y Andrés Gertrúdix, bordando sus papeles al borde del sufrimiento y la desesperanza continuas. En Morir vemos el último año de Luis, un músico (o algo así) al que seguimos desde que decide hacerse los primeros análisis hasta el último suspiro, pasando por una angustia que el personaje de Marta hace nuestra: en el fondo, el alivio culpable tras el final también lo siente el espectador.
Una película española que no se entiende que no compita en Sección Oficial, pudiendo haber eliminado sin problema menudencias como Marrowbone y dejando la Concha de Plata abierta para este reparto excelso. Perfecta para sufrir, pasarlo mal y desgañitarse mientras se le da vueltas a lo divino y lo humano.
CONTINUARÁ…
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