Raruno, muy raruno. Esa es la sensación que me queda nada más hacer el visionado de Esa sensación. Muchas son las preguntas que surgen tras ver esta película pues la coherencia y la racionalidad no son algo que le caracterice. Todo aquello que se cuenta es un ejemplo de surrealismo total que llama a la puerta de la risa fácil pues las escenas que lo ilustran visualmente al ser tan absurdas sorprenden en grado sumo. Los tres directores, Juan Cavestany, Julián Génisson y Pablo Hernando no quieren que toda la información que da se pierda por ahí. Para ello codifican parte de su mensaje solo claro para algunos a través de tres historias a cada cual más rara.
En la primera una aburrida vigilante de sala de exposiciones comienza a sentir de repente algo muy extraño por ciertos objetos inanimados a cada cual más complejo empezando por un peine y acabando con un maqueta proyectada en una sala de audiovisuales. Una atracción sexual que se convierte en obsesión. Esto derivará en la creencia de que son sus amantes y de que tiene una relación con ellos lo que dará lugar a celos, infidelidades y otras acciones que restan puntos. Al final su vida se convertirá en una búsqueda constante de un bienestar nunca satisfecho. La segunda, también irreal y poco racional, nos presenta a un hombre que comienza a sentir la llamada de Dios y el cristianismo abrazando una fe que finalmente calará hondo también en su hijo llevándolo por el mismo camino. En la última historia los protagonistas no entienden porque comienzan a decir frases inoportunas y a comportarse extrañamente con otras personas.
En realidad la explicación no es tan complicada. Todas estas escenas y actos irracionales están motivadas por un virus que ataca al ser humano convirtiéndolo en otra persona. Todas las historias tienen un principio y un final aunque este no sea el más esperado ni el más objetivo. No sigue unas leyes y normas lógicas. La alienación del ser humano lleva a este a cometer actos que parecen extraños a nuestros ojos.
Un sacerdote es el comienzo y el final de todo en una de las historias, incluyendo visiones y recuerdos de uno de los protagonistas, cuando el virus se contagie por el sentido del tacto. Un médico ginecólogo transmite la enfermedad a su pareja al principio y más tarde a otras personas en su consulta a través de la vista ¡Atención con la escena en la camilla con el móvil y las fotografías que no tiene desperdicio! Por último un joven recibe a través del oído la orden de que debe pronunciar todo tipo de frases nunca esperadas. Algo que le dejará en ridículo en más de una ocasión.
Esa sensación es un film difícil de analizar, complicado de entender porque no tiene un orden natural ni una lógica medianamente estudiable. Un título que no pasará desapercibido para el gran público y que juega y experimenta con una técnica adaptada a los nuevos tiempos pero aún alejada de lo que estamos acostumbrados a ver. No intenta entretener, ni tan siquiera un poquito. Va mucho más allá alejándose del espectáculo de masas y acercándose a un tipo de cine más estudiado, menos comercial. En esto se lleva un diez.
Si después de ver Esa sensación seguimos con la cara de Joker y no profundizamos habremos perdido el tiempo, si por el contrario intentamos ver más de lo que hay entoncesestos ochenta minutos habrán servido para algo. Los tres directores nos lo agradecerán, no se habrá perdido el mensaje en el limbo.
Yo lo hice y por eso ¡me siento afortunado! Ahora toca ver trabajos anteriores para saber si han mejorado o empeorado. La próxima es Gente en sitios, ¿con qué me sorprenderán esta vez? No tengo ni la menor idea.
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