Pocos directores sienten una admiración tan sincera por el festival de Sitges como la que profesa Carlos Vermut. Acude de forma sistemática cada año en calidad de director o guionista de películas que forman parte de la programación del festival. Pero sobre todo como un fan más de las preciosas sinergias que nacen en cada una de las salas de un certamen que en palabras del propio director es el mejor del mundo. Por esa razón se mostraba especialmente ilusionado con la presentación de su última película, Mantícora, en el auditorio del Melià, la sala más importante del festival y en la que aún no se había proyectado ninguno de sus largometrajes.
Vermut es de los pocos directores que entienden el oficio de cineasta como el de un artesano que necesita dedicar tiempo y oficio para elaborar sus obras. Por eso su filmografía es tan escueta y a la vez tan brillante. Es más, con tan solo 4 largometrajes en su carrera ya ha conseguido ir depurando el estilo de un director novel prometedor hacia el de un veterano con unas intenciones y estilo sumamente depuradas. Mantícora es una delicia, una película modesta realizada con un tacto y cariño al alcance de muy pocos directores. Pero Mantícora también es una pesadilla, una película absolutamente terrorífica, aunque remando a contracorriente del terror convencional que ocupa prácticamente toda la programación del festival. Es un terror de demonios interiores, un miedo real, palpable y solo transmisible mediante la soberbia actuación de dos actores que pese prácticamente haber iniciado sus carreras ya merecen todos los reconocimientos del mundo. Y es que Vermut hace fácil lo imposible e intratable en la gran pantalla sin miedo a abrazar los tabúes y sentimientos más complicados. Pocos apuntes sobre el contenido narrativo de la película merecen la pena ser explicados. Resulta más gratificante agarrarse a la butaca del cine y descender a los infiernos de la mano de un director que, aunque parece que te esté acariciando, te está golpeando y agitando sentimientos que ni si quiera sabías que tenías.
Mantícora parece la decimoquinta película de un director consagrado y veterano que ya tiene absolutamente claro cómo debe ser su cine. Por eso resulta desconcertante cómo seguirá avanzando la carrera de uno de los directores más prometedores del cine español, sobre todo cuando el estilo y delicadeza de sus creaciones ya es prácticamente insuperable.