Siempre nos pone contentos que un icono del cine japonés e internacional como Takeshi Kitano continúe realizando largometrajes a sus 76 años de edad. Curiosamente, en vez de apostar por relatos más sencillos y poéticos como a los que nos tenía acostumbrados al principio de su carrera (Hana-bi, Dolls), parece que Kitano le ha cogido el gusto a realizar películas de una densa complejidad narrativa. Ya en la saga Outrage exponía los pactos, traiciones y enemistades de una elaborada red de samuráis donde seguir el hilo narrativo requería de muchísima concentración. Siguiendo esta estela, Kitano adapta en Kubi un periodo muy interesante de la reunificación de Japón que también está repleta de personajes, traiciones y alianzas.
Pese a estar enmarcado en los límites de una película histórica y de época, Kitano (al que veremos interpretar a uno de los personajes clave en estas guerras por la conquista de Japón), lejos de retratar seriamente esta época trágica decide aportar un tono totalmente diferente. De una forma muy inteligente y para rebajar el peso de estos hechos históricos, Kitano decide añadir, aunque suene surrealista, un componente de humor romántico homoerótico. Kubi, literalmente cuello en japonés, es claramente una comedia teñida por la sangre de un número muy elevado de cabezas cortadas. También tiene cierta inspiración Shakepeariana en el tratamiento de las batallas, una puesta en escena casi teatral y sobre todo en el retrato igualitario de todos los segmentos de la sociedad, desde los generales de guerra, los espías, las prostitutas o los vasallos en primera línea de batalla. En muchas ocasiones parecerán más cuerdos la gente más pobre y miserable de la película que los líderes de los clanes.
Adaptar uno de los hechos históricos de la historia de Japón más importantes y hacerlo de una forma tan original y divertida es algo que solo Kitano puede hacer. Eso sí, que nadie espere el renacimiento del Kitano de Zatoichi o Brother o saldrá profundamente decepcionado. Kitano está en una época de su carrera con unos intereses y voluntades muy claras que podrán gustar más o gustar menos, pero lo que es innegable es su capacidad de reinventarse y aportar su peculiar mirada cinematográfica.