Hacía tiempo que el público del festival de Sitges no estaba tan expectante con una ópera prima. El fenómeno Sleep llegaba al festival tras cosechar muy buenas críticas en el pasado festival de Cannes y reunía varios de los ingredientes favoritos del público del certamen catalan: una película coreana sobre trastornos del sueño con toques de terror.
Sleep es una película que sabe aprovechar y sacar partido a la sencillez de una premisa que no requiere de demasiados elementos para causar intriga y expectación. La obra sucede prácticamente en su totalidad en un mismo escenario: el apartamento de una pareja que vive en armonía hasta que aparecen los primeros episodios de sonambulismo del marido. Lo que al principio parece algo anecdótico acaba convirtiéndose en un enorme problema al aumentar los episodios no solo en número sino también en escala de violencia. Desesperados, acuden a un especialista que ofrece unos consejos para que remitan estos episodios. Sin embargo, no solo no remiten sino que se convierten en muy peligrosos cuando nace la niña de la pareja. Es aquí cuando el instinto maternal protector entra en juego y acaba llevando a la desesperación a una madre que empieza a plantearse que su marido no está teniendo trastornos del sueño sino que está poseído.
Se nota que el director Jason Yu ha sido asistente de Bong Joon-ho, en el manejo de la intriga, en la dirección de actores y sobre todo en la incorporación sutil de elementos de humor que aporten algo de calma dentro de la tensión casi constante de la obra. El director puede estar contento con una película muy inteligente y que sabe conducir, manejar y conquistar al espectador. El éxito nacional e internacional que está teniendo la cinta promete ser el impulso de salida a una nueva voz dentro del panorama coreano de terror que tantas maravillas nos ha regalado los últimos años.