Las habitaciones rojas es una película canadiense que llegaba a la sección oficial del Festival de Sitges sin haber tenido demasiada aparición en otros festivales pero habiendo recibido muy buenas sensaciones por parte de la crítica. Lo que nadie se esperaba es que el thriller dirigido por Pascal Plante sería una de las grandes sorpresas de este año.
Es extraño que una película como Las habitaciones rojas haya sido seleccionada por el festival de Sitges. Pese a que el certamen es bastante flexible en cuanto a los requisitos mínimos de fantasía o terror que en teoría deberían tener las películas, el caso de Las habitaciones rojas es especial ya que estos elementos son prácticamente inexistentes. Se trata de un thriller realista que sigue la obsesión de una joven modelo por el juicio de Ludovic Chevalier, un criminal acusado de haber secuestrado, asesinado y mutilado a tres adolescentes además de haber difundido en la deep web los videos donde les hacía estas atrocidades. Los motivos que mueven a la protagonista a obsesionarse tanto con este caso hasta el punto de dormir en la puerta de los juzgados son difusos y misteriosos. Pronto coincide con otra joven cuya obsesión por Chevalier es mucho más clara, cree que es inocente y que el mundo está haciendo una campaña para incriminarle unos crímenes que no ha cometido. El aura siniestra de misterio que envuelve a la protagonista que aparte de modelo se gana la vida en timbas de poker online, acaba guiándonos por un film donde la paranoia, el morbo y la psicosis juegan un papel principal. Es el momento en el que estos elementos se perciben hasta el punto de inquietar al espectador cuando uno se da cuenta que las sensaciones que está desprendiendo el film no están tan lejos de las que podría ofrecer una película clásica de terror.
Las habitaciones rojas es una aproximación y ficcionalización de los true crime muy singular a la vez que un thriller cuyo principal antagonista nace de las inquietantes decisiones que va tomando la protagonista a lo largo de la película. Desafortunadamente la película se marcha del festival sin ningún tipo de reconocimiento en forma de premio. Pero nadie nos va a quitar la sensación de haber visto uno de los thrillers más interesantes del año, tanto en su propuesta estética como narrativa.