Probablemente muchos estén en desacuerdo pero resulta muy gratificante cuando dentro de la programación oficial del festival de Sitges uno se topa con una película inclasificable, aparentemente lejos de los gustos generales y sistemáticos de un público cerrado de miras como puede ser el del certamen catalán. Por ese motivo no resulta ni raro, ni especialmente alarmante, que buena parte del público abandonase la sala principal del festival durante los pases proyectados de una película tan especial como es Enys Men.
El último largometraje de Mark Jenkin, director de la también inclasificable Bait, nos sumerge en una de las películas más inmersivas y fascinantes que podremos encontrarnos en la presente edición. Una película absolutamente atmosférica que nos transporta a una isla en la que una mujer vive solitariamente dedicando su vida a la observación de unas plantas autóctonas del lugar. Su única preocupación gira alrededor de unos suministros muy limitados pero que recibe periódicamente. Rápidamente nos damos cuenta de que algo no funciona y no encaja dentro de la película, sobre todo cuando se le empiezan a aparecer a la protagonista lo que parecen ser fantasmas o espíritus errantes que en un momento pudieron habitar la isla. Proyecciones, a menudo en forma de pesadillas nocturnas, que incluso llegan a replantear la propia existencia y orígenes del personaje protagonista. Todo esto bajo la apabullante influencia de una roca-monumento en honor a las personas que perdieron la vida en el mar, y que parece ser el origen y la pieza angular de todo lo místico que envuelve a la isla.
Como toda película inmersiva, puede hacerse cuesta arriba al espectador que no acceda a un tratamiento especial de un tiempo que en ocasiones parece hasta colapsar; o a una historia antinarrativa prácticamente limpia de diálogos en forma de llamamiento a la experimentación solamente a través de los sentidos. Pero no nos equivoquemos, Enys Men es una película terrorífica, que no usa los medios más evidentes y explícitos para causar miedo, sino que se introduce bajo la piel para removerte y horrorizarte por dentro.