Es una verdadera lástima que una película como Saint Maud no haya encajado en sección oficial y no se haya podido disfrutar en la gran pantalla del auditori del Hotel Meliá de Sitges. Seguramente estaría entre las grandes favoritas para ganar la principal sección del certamen porque es sin duda una de las grandes sorpresas de esta edición. Una obra sencilla pero que tiene muy claras sus intenciones y sabe manejar a la perfección el peculiar tono que persigue. Lo que en un principio puede parecer un drama o comedia ligera acaba escalando hacia un delirio personal de la protagonista.
Maud es una joven que empieza a trabajar como cuidadora de una exbailarina millonaria con una enfermedad degenerativa. Su vida se rige por su curiosa forma de entender la religión y por las conversaciones que mantiene constantemente con el dios al que le reza. Maud se aferra a estas creencias para olvidar un hecho traumático que tuvo cuando ejercía como enfermera. Al no atreverse a encarar de forma directa este problema busca refugio en unas creencias del todo excéntricas y que poco a poco le van induciendo a una locura incontrolada. Cuando Maud pierde el control la película empieza expandir su registro de terror y la locura de la propia Maud acaba invadiendolo todo. Hasta el punto que la obra desemboca en una de las imágenes más horripilantes dentro del cine de terror contemporáneo.
Muy pocas películas han sabido introducir el tema de la religión de una forma tan original como Saint Maud, haciendo hincapié no en en como esta se revela de una forma física sino en como puede entenderla una persona. Y es que al fin y al cabo cada uno pude tener su propia percepción de la religión y la mayor parte de veces usarla para enmascarar los problemas que nos aterran. Saint Maud es un clarísimo ejemplo de ello.
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