Ciertas secciones del festival de Sitges están reservadas a un tipo de cine que atrae un público determinado. Es el caso por ejemplo de las maratones nocturnas donde podemos ver desde películas relacionadas simplemente con la temática zombie a obras cuyo único vinculo es su origen japonés. Entre estas maratones destaca Midnight X-treme, sección reservada a películas donde la sangre, la violencia y el espectáculo son más importantes que su calidad. Sin embargo rara es la vez que esta sección no oculte una obra por la que merezca la pena trasnochar. Este año le ha tocado a Bliss, una obra que bien podría colarse entre las mejores de todo el festival.
Bliss mezcla varias temáticas que son una delicia para los espectadores de Sitges. Violencia, drogas, vampiros y mucha sangre. Pero su estructura formal y narrativa hacen de la película una experiencia única. La comparación más fácil a la que podríamos acudir seguramente seria Climax de Gaspar Noe ya que ambas son un viaje hacia el delirio y los infiernos. Pero en el caso de Bliss este viaje esta subjetivizado en una sola persona, con una cámara exageradamente próxima a la protagonista y un montaje extenuante digno de admirar. La premisa del film es bastante sencilla, una joven pintora que ante la frustración de no poder terminar un cuadro decide lanzarse a las drogas de forma impulsiva. Pero Joe Begos, director y escritor del film, seguro que estaba pensando durante el proceso de creación en todo el aparato estilístico que acompañaría a su historia. La propia fotografía, diseño de planos y sobre todo el montaje sufren el mismo proceso de vampirización que su protagonista. Bliss abre la puerta a no juzgar una película simplemente por el tono y las herramientas que utiliza. Sexo, violencia, sangre, descontrol, drogas y vampiros pueden ser los ingredientes de una obra maestra.
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