Personal Shopper, la nueva película de Olivier Assayas es una de esas propuestas que ya desde el mismo papel parecen una broma exquisita. Me imagino al director francés diciendo: mira, quiero hacer una peli con Kristen Stewart (otra), donde ella sea asistente de una megaestrella, le compra los modelitos, rollo moda, rollo fashion, París, Londres, Omán, pero la chica realmente es medium y busca a un fantasma mientras se ve envuelta en un crímenes, revelaciones espirituales, wasaps, youtubes y joyas de Cartier. Blanco se debió quedar más de uno ante tal aparición…
Pero gracias Olivier por hacer tus (inverosímiles) sueños realidad y proporcionarnos 105 minutos de placer insólito y deforme, imperfecto pero bello. Porque esta amalgama de material, digna de un pulp barato que lees en una decadente estación de autobuses, parece dar alas a su creador y sumirse en una fantasía e inventiva singular y refrescante.
Entre las aristas más fascinantes sin duda de la experiencia con el más allá que supone Personal Shopper está su estrella protagonista. Kristen Stewart, la celebre Bella de Crepúsculo (mal que le pese) es una de esas actrices de casta, como del Hollywood clásico, con las que te puedes quedar horas realmente hechizado mirándola. Da igual lo que haga: probarse un vestido ante el espejo, montar en moto, comerse una hamburguesa o invocar a un ente, que consigue atraparte. El magnetismo de esta mujer es tal que casi de por sí da vida y sentido al film. Es más, si Assayas la hiciera protagonista de todas sus películas (de asistente de un cirujano, asistente de una abogada, asistente de una inmobiliaria, hasta de robot asistente virtual) yo compraría y sabría que no saldría decepcionado. Me da igual que los registro gestuales de esta chica se me hagan limitados, no importa, me da igual que pase de Woody Allen a Walter Salles con es actitud como de desgana y de yo pasaba por aquí, sé que hace creíble y natural cualquier cosa por muy increíble y forzado que parezca en sus manos. Ella lo tiene.
No es incierto que la historia de Personal Shopper flaquea cuanto más explícito se pone su realizador. Cuando se mete de lleno en el mundo de lo paranormal pierde el control de la sutileza. Y donde por momentos lidia con situaciones ingeniosas y abiertas a múltiples interpretaciones (véase unas puertas y ascensores que se abren y cierran), se aturde cuando quiere darlo todo demasiado mascado y hacerlo evidente de más. Eso le resta algún que otro punto. Pero a estas alturas hemos disfrutado tanto con este batiburrillo de referencias hitchckonianas, a Brian de Palma, Hilma af Klint , The Ring, Victor Hugo o Karl Lagerfeld que nos da absolutamente lo mismo si hay vida más allá de la muerte o no, qué más da.
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