Jacques Audiard abandona la sequedad de sus anteriores obras y se pone tierno en París, distrito 13, una historia de millennials franceses guapísimos. Émilie (Lucie Zhang, ganadora del premio de interpretación en el Festival de Sevilla) comienza a compartir piso, y algo más, con Camille, que a pesar de su nombre es un chico. En paralelo, vemos a la recién llegada del pueblo Nora (Noémie Merlant) que acabará trabajando, y algo más, con Camille, tras haber sufrido un acoso debido a su parecido con una camgirl, Nora, con la que iniciará una relación virtual. A partir de aquí, Audiard, ayudado en el guion por Nicolas Livecchi, Léa Mysius y Céline Sciamma, y basándose en unos relatos Adrian Tomine, despliega un relato de vidas cruzadas que pretende ser un fresco generacional situado en el parisino barrio de Les Olympiades.
El director francés pone (casi) toda la carne en el asador a la hora de mostrar la carnalidad de los encuentros entre estos jóvenes llegados de diferentes puntos de la geografía francesa y no abusa del dramatismo en sus conflictos. Así, estamos ante una obra luminosa que solo busca diseccionar unas relaciones en ebullición con unos personajes en busca de su lugar en el mundo. Las contradicciones de los personajes son la mayoría del tiempo el motor del conflicto y Audiard logra que estos comportamientos en apariencia caprichosos adquieran un sentido, sin juzgar en ningún momento a “los millenials”.
París, distrito 13 es una obra tan agradable de ver como intrascendente más allá de su apartado generacional. Pero no deja de ser curioso que la mirada a esta generación venga por parte de un señor cerca de la setentena y que su interés por las protagonistas haga que estas se muestren más desnudas que su parterneire masculino. Audiard nos viene a decir que ellas son el futuro, las que mueven el mundo, o las que al menos lo harán.