En esta crónica del Festival de Cine Europeo de Sevilla hablamos de cuatro películas incluidas dentro de su Sección Oficial, cuatro propuestas diferentes para entender la situación global del cine de la Unión Europea: Sinónimos de Nadav Lapid, Juana de Arco de Bruno Dumont, La famosa invasión de los osos en Sicilia de Lorenzo Mattotti y Atlantis de Valentyn Vasyanovych.
Sinónimos (Nadav Lapid)
Laureada en festivales como el de Berlín, donde consiguió el galardón principal, Sinónimos ofrece al espectador un collage de situaciones en las que se intenta describir el desnortamiento sufrido por un joven que no se siente israelí pero que tampoco consigue encajar en la sociedad francesa. Entre estampas chocantes, con una indiscutible fuerza visual, situaciones ridículas y personajes que aparecen y desaparecen al gusto del director, Sinónimos va desarrollándose pendiente siempre de la complicidad del espectador, de las ganas que tenga él de abrazar una propuesta original, sí, pero, para el que esto suscribe, carente de cualquier asidero dramático y en el que, en ocasiones, llega a caer en el ridículo. Se gusta demasiado a sí misma y eso, durante dos horas, acaba pesando.
Juana de Arco (Bruno Dumont)
Antes que nada, advertir que La infancia de Juana de Arco me parece una de las mejores películas de su año, un musical original, divertido, que se arroja al vacío sin miedo a parecer ridículo y que ahondaba en la estela del humor surrealista que había abrazado Bruno Dumont desde su genial El pequeño QuinQuin. En Juana de Arco no hay nada de lo que atisbábamos en la anterior, si acaso volver a reincidir en el apartado ‘interpretaciones histriónicas’ que aquí acaban hartando.
Tan solo el magnetismo de la pequeña protagonista eleva, por momentos, una tediosa traslación del juicio de la Dama de Orleans, con impresionantes localizaciones pero adornadas con plúmbeos y eternos parlamentos que ocasionaban la espantada del espectador. Una preciosa secuencia de lucha, escenificada a través de una coreografía de caballos, y algunas fugas musicales no consiguen hacer levantar el vuelo a una‘Juana de Arco que se merecía otra conclusión. Y no me refiero a evitar las llamas, en las que se acaba consumiendo la propia película.
La famosa invasión de los osos en Sicilia (Lorenzo Mattotti)
Una de las dos propuestas animadas que ha conseguido colarse en la Sección Oficial de este año, La famosa invasión de los osos en Sicilia merece estar, por méritos propios, en el palmarés de este año, por su capacidad de atraer a un público de todas las edades. dándole a cada cual una valiosa enseñanza y por un apartado técnico que podría caer en el terreno de lo milagroso. Un preciosista, colorido y absolutamente brillante dibujo en 2D a mano, en un dilatado rodaje de seis años, para una historia que hunde sus raíces en la commedia dell’arte y que supone todo un festín para amantes de la animación, sobre todo lo que desean ver una propuesta con querencia por las raíces del género, tanto por la técnica como por la de querer apelar al cuento clásico, sin rollos posmodernos ni cínicos o ‘adultos’. Para volver a ser niño y seguir siendo un (mejor) adulto.
Atlantis (Valentyn Vasyanovych)
Cine de autor de formas rigurosas para espectadores avezados que no temen la dilatación del plano, la ausencia de acción (o amantes de la ‘inacción’) y la ambientación árida y seca. Atlantis es una distopía que tiene lugar al finalizar la Guerra de Ucrania: las consecuencias ecológicas de un desastre bélico que deja, desamparado, a un hombre que solo sabe matar y que acaba de voluntario desenterrando muertos para identificarlos. Mediante largos paseos, baños alucinantes en medio del desierto y escenas de sexo con cadáveres como testigos, Atlantis es una experiencia dura pero gratificante a la que hay que asistir con los ojos limpios y una paciencia de hierro. Su hermosa fotografía es el verdadero aliento narrativo con unos planos de apertura y cierre que encierra (casi) lo mejor del cine de 2019.