Festival de San Sebastián 2021 (Perlas): «Benediction», «Petite maman» y «Jane by Charlotte»

Benediction (Terence Davies)

Me cuesta mucho ser justo con Benediction, porque tengo tremendamente claro que la culpa de no salir emocionado de la sala no es de la película y sus logros, sino mía. Sería realmente terrible que alguien entrara aquí dentro de unos meses para decidir si verla y decidiera no darle una oportunidad solo porque el chupatintas que escribe esta crítica se ha quedado más frío que Nanook en una nevera: Benediction es una buena película, está repleta de detalles espectaculares (esos planos de envejecimiento) y narra maravillosamente la historia de Siegfried Sassoon, desde su juventud hasta que comprueba que la vida se le ha escapado de las manos sin remisión.

Benediction

Benediction, que va saltando en el tiempo para mostrar aspectos comunes, sorpresas y giros narrativos de una manera magistral, es también densa: exige al espectador que compre sus bucólicos (llámalo bucólico, llámalo cursi) pasajes poéticos y las conversaciones infinitas sazonadas de amarguísimo humor inglés si no quiere salirse de la obra. Y ahí ha estado mi gran fallo como espectador: no he entrado. Desde el inicio, he visto la película como una tercera persona ajena a lo que le estaban contando, a pesar de que todo fuera, con sus más y sus menos, impecable.

Quizá el mayor problema de Benediction es lo formal y teatral que es. Sí, es la película de alguien que se está dejando la piel para que salga adelante, pero al mismo tiempo no explota del todo las posibilidades narrativas que abre, no termina de mostrar toda la mordacidad que se intuye y en ocasiones termina siendo un festival de bustos parlantes envueltos entre silencios e ironías. 

En honor a la verdad, no puedo valorarla como se merece: merece la pena rescatarla en el futuro y, mientras tanto, dejar que la gente se haga su propia idea de una obra muy personal y al mismo tiempo muy clásica. Una rara avis a la que, para qué nos vamos a engañar, tampoco ha ayudado la proyección a primera hora de la mañana.


Petite maman (Céline Sciamma) ⭐️⭐️⭐️⭐️

Con Céline Sciamma no se pueden decir frases como “vuelve a lo que mejor sabe hacer”, porque lo sabe hacer todo. Y todo bien. Desde Water Lilies hasta Retrato de una mujer en llamas, cada una de sus películas es un pequeño oasis al que aferrarse en la búsqueda de algo nuevo, bueno, sensible y sorprendente. Por suerte, Petite maman no es la excepción: un caramelo relleno que a priori parece una película sobre la amistad de dos niñas y termina escondiendo algo muy diferente en su interior: otro género completamente diferente (la ciencia-ficción) tratado con las mecánicas del cine independiente. 

En manos de otra persona, esta mezcla de géneros podría haber sido una locura, algo innecesariamente extrovertido o un desastre sin paliativos. Y aunque Sciamma se equivoca en ciertas partes del planteamiento (dos niñas suelen tener más energía, y más cuando se encuentran ante algo que potencialmente puede cambiar su vida), el trampantojo es perfecto

Petite maman

Sciamma vuelve a abordar la pérdida de la inocencia y la importancia de la amistad desde una perspectiva totalmente nueva: la de una niña que, tras la muerte de su abuela, no entiende nada de lo que pasa alrededor y necesita una catarsis de la que ni ella misma es consciente. La directora se niega a jugar con la audiencia al clásico “¿Será verdad o se lo estará inventando?”: desde el minuto uno queda claro que la historia de ciencia-ficción de andar por casa está ocurriendo de verdad, las niñas lo aceptan y la película continúa adelante. Ya es más valiente que muchas películas pretendidamente rompedoras.

Petite maman, más próxima a Ghibli que al cine festivalero contemporáneo, se mueve todo el rato en un mundo tan real como extraño, tan infantil como adulto, tan ilusionante como desasosegante. El péndulo de la muerte y de la enfermedad, del futuro inevitable, está siempre por encima de las dos niñas protagonistas, más preocupadas por hacer crepes y construir una cabaña en el bosque que por el gran secreto que han descubierto. Sciamma no necesita fuegos artificiales para emocionar: basta con dos niñas sincerándose sobre su vida, una madre ausente y al mismo tiempo siempre presente y una amistad que saben que es irrepetible.


Jane by Charlotte (Charlotte Gainsbourg) ⭐️⭐️⭐️½

Reconozco mi absurdo hándicap a la hora de ver Jane by Charlotte: no conocía ni a Jane Birkin ni a Charlotte Gainsbourg, la pareja protagonista del documental, así que la conversación entre madre e hija se me antojaba, como poco, absurda. ¿Qué interés puedo tener en entrar a explorar una vida de la que no sé ni las líneas más básicas? Por otro lado, en Muchos hijos, un mono y un castillo es exactamente lo que pasaba y es uno de los mejores documentales de la historia española. ¿Quién sabe? 

Jane por Charlotte

Los prejuicios de las narices, que a veces nos quitan momentos maravillosos para impedir que salgamos de nuestro área de confort. Y así, Jane By Charlotte te demuestra poco a poco que no hacía falta conocer de antemano a ninguna de las dos: las preguntas son un río que lleva, respuesta a respuesta, a que la protagonista se abra como no lo habría hecho con ninguna otra persona tras las cámaras. Tiene momentos de humor, dolorosos, nostálgicos, amorosos, todos ellos envueltos en el telón del amor mutuo y las confesiones que solo una madre podría hacer a una hija. Y al final terminas formando parte de este universo de canciones, hijos, novios, pastillas para dormir y confesiones.

El documental se aleja narrativamente de los documentales biográficos, convencionales. Es más, se aleja a posta de ellos añadiendo reflexiones genuinamente interesantes y climáticas, videos y fotografías del propio archivo de Birkin o escenas del día a día con la propia hija de Gainsbourg. Sí, puede que a veces las loas maternas parezcan algo forzadas, pero no emborronan el mensaje: en lugar de contarnos sus hitos artísticos se centra en las luces y sombras de ella como persona y como madre. Una gratísima sorpresa.

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