En las colas del Victoria Eugenia ya se empiezan a escuchar unos tímidos «Yo creo que me voy a dormir» o «Esa me la salto». El tour de force que es el SSIFF (o el Zinemaldi, o «el festival ese al que ha ido Timothée Chalamet», o como quieran llamarlo) empieza a hacer mella en la prensa. ¿Toda? ¡No! Un grupo de irreductibles críticos resistimos ahora y siempre al sueño. Bueno, a veces.
SECCION OFICIAL: In Fabric (*** y ½)
Así, sí. Cuando la Sección Oficial se arriesga con productos fuera del «material de Donosti», da lugar a sorpresas como esta In Fabric, una película de terror arriesgada, con planos y secuencias imposibles, editada con nervio y narrada sin complejos. Peter Strickland tiene algo que decir, y lo demuestra con un film tan impropio de este festival como agradecido. Porque, sinceramente, entre dramón y dramón, ¿quién esperaba que nos fuéramos a reír tanto?
Y es que In Fabric es la historia de un vestido asesino que acaba con las vidas de todo el que se lo pone, de las formas más estrambóticas, enfermizas y divertidas. Y no solo eso: la película nos deleita con gente extasiada con reparaciones de lavadoras, primeras citas desastrosas, pantagruélicas despedidas de soltero y unas frases incendiariamente divertidas. Sin duda, esta es la gran rareza del año, y hay que abrazarla como tal.
¿Tiene defectos? A montones. La historia ofrece segundas lecturas y una crítica al consumismo demasiado obvia, el montaje es en ocasiones demasiado estridente, a veces intenta pasarse de transgresora rozando el ridículo… Pero no importa. In Fabric es una película conscientemente pasada de vueltas, espídica, imposible de tomarse en serio, que nos recuerda que el cine es un juego y que solo unos pocos saben dominar la partida. Strickland, desde luego, va por buen camino.
El cuaderno negro (*)
Esta es la otra cara de la moneda. Uno no se explica cómo se pueden colar cosas como El cuaderno negro en plena Sección Oficial de este festival. Un folletín que no termina de contar nada, un Puente Viejo rodado con infinitos fundidos a negro y una voz en off que no calla ni un segundo, un esperpento ridículo que nadie se podía creer. Absoluta vergüenza ajena en una película sin terminar, sin rumbo, sin personajes y sin excusa a la que acogerse.
Valeria Sarmiento demuestra tener una realización absolutamente televisiva, pero no es la única culpable de que este drama europeo no pueda levantar cabeza, porque el guión tiene la mitad de la culpa. La película se sitúa en el siglo XVIII, y narra la historia de un huérfano y una criada, de orígenes desconocidos, que tratan de encontrar su lugar en el mundo. Esto sobre el papel, claro. A la hora de trasladarlo a la gran pantalla tenemos escenas eróticas dignas de los peores vídeos de Playboy, muertes que provocan la carcajada y sinsentidos argumentales. Para olvidar.