La noticia de que un grupo de personas estuvieron esperando una noche entera en el Kursaal para comprar las entradas de la 66 edición del Zinemaldi, el festival de cine de San Sebastián (que ahora se da en llamar SSIFF, como para darle un toque moderno mal) no sorprendió a los acólitos: la ciudad entera se vuelca no solo con los famosos, sino también con las películas. Las conversaciones sobre una película filipina o sobre lo último de Mamoru Hosoda copan las tertulias, al menos durante una semana. La semana más cinéfila del año en España. Bienvenidos al 66 Festival de San Sebastián.
Un festival marcado por las mejoras en la notoriedad de las películas en proyección (veremos películas tan esperadas como First Man o Beautiful Boy) y por el pequeño ninguneo a la prensa, después de tantos años de matrimonio feliz. En este caso, algunos de los pases se han realizado en un cine con apenas cien butacas, a todas luces insuficiente para alojar a los críticos internacionales, dejando los pases del Kursaal para el público, en una estrategia que huele (y no demasiado bien) a la realizada en Sitges desde hace años: más taquilla, menos prensa.
Eso no nos ha impedido hacer nuestra labor, claro. ¡Aquí están las películas que hemos visto en estas primeras jornadas!
SECCION OFICIAL
El reino (****)
Rodrigo Sorogoyen se ha coronado como uno de los mejores directores del cine español actual. Tras la sorpresa del modélico thriller Que dios nos perdone, en la que mostraba sus virtudes tras la cámara, y la ovación absoluta a su cortometraje Madre, en el que nos recordaba que también era un maestro a la hora de manejar las emociones de sus personajes, en El reino se enfrentaba a algo muy complejo: hablar de un tema que aún colea y, por lo visto, coleará por siempre en España. Hablamos, claro, de la corrupción.
Antonio de la Torre borda el papel de un político importante (pero no tanto), de los de toda la vida, de sobrecito por aquí y operación ilegal por allá, que un día se ve envuelto en un escándalo en el que sus declaraciones desatan una tormenta sobre él mismo, de la que el partido no quiere responsabilizarse. Empieza entonces una carrera para limpiar su nombre… ¿O para vengarse de su partido?
Aunque tiene algún altibajo sin importancia en su ritmo (frustrando al espectador en un callejón sin salida necesario para el personaje pero algo forzado en la práctica), el final hace que la ovación esté asegurada, aunque recalque demasiado el leitmotiv del film. En El reino nos encontramos ante la primera película que habla claro sobre la corrupción española, y en la que, sin nombres específicos, nos parece ver sobrevolando el nombre del misterioso «M. Rajoy» durante toda la cinta. Ejemplar cinta de tensión, acción, diálogos chispeantes y golpes de comedia negra muy agradecidos rodada con brío e interpretada con gusto. No os la perdáis.
Rojo (** y ½)
A nivel formal, no se me ocurriría levantar la voz contra Rojo, una película argentina que nos devuelve a los años 70, anteriores a la dictadura. Su ambiente opresivo es una de las grandes bazas de la película, que respira personalidad. El problema es que, si bien es capaz de hacer un estupendo retrato de la sociedad de la época, las tramas de los personajes no van más allá, causando un tedio que hemos visto una y mil veces.
Rojo no consigue superar en ningún momento su poderosa primera escena y, en general, la película al completo va perdiendo factor sorpresa, ritmo, ganas y fuerza en su argumento. Es una pena, porque es un precioso regalo, muy bien envuelto, en el que dentro del paquete hay un juguete que hemos visto otras veces y no trae nada nuevo con lo que entretenernos o a lo que agarrarnos. El diálogo con el espectador que entra dentro de la película funciona, pero si te deja fuera, no es capaz de recuperarte.
Alpha: the right to kill (**)
Podría mentir. Podría hablar del poder de las imágenes, de la sabia elección del tono del film, entre documental y casero. Podría escribir que la sorprendente cercanía con su trama y los puntos de encuentro con un país tan lejano como Filipinas hacen que nos sintamos inmediatamente atraídos hacia este relato de drogas y policías. Podría afirmar que la elección por dejar la violencia a un lado y centrarse en los roles y la personalidad de los personajes hacen que se muestre una nueva cara inesperada y muy agradecida de la historia de siempre.
Podría mentir, porque es lo que muchos van a hacer en sus crónicas. Pero, la verdad: Alpha: the right to kill esconde, bajo ese nombre tan rompedor, una película hegemónica, vista mil veces antes y que no aporta absolutamente nada nuevo al género de policías y capos de la droga. Ni siquiera creo que la frialdad de las imágenes sea algo buscado, sino que, simplemente, el factor sorpresa no funciona. Ni es interesante, ni cuenta nada que no sepamos. Un disco rayado más en Donosti.
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